Capítulo 1

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Muchas personas cuando se levantan y no ven a nadie a su alrededor se alegran, sienten que ya no tendrán que rendirle cuentas a nadie y que son libres. En el caso de una chica de quince años que ha vivido toda su vida sola es todo lo contrario.

El sonido de la alarma me despierta como todos los días,  encontrándome sola y sin nadie a quien abrazar al despertar. Mi padre como siempre estaba en una reunión de trabajo y a mi me tocaba hacerme todo sola.

Claro que podía contratar a personas para que hicieran todo por mi pero no quería eso, no quería a personas extrañas merodeando por mi casa cuando yo podía hacer todo como siempre estuve acostumbrada.

Me levanté de la cama y entré al baño, mi aspecto daba asco. Tenia las ojeras marcadas, mi rostro estaba hecho un desastre y mi cabello llevaba días sin lavarse. Me cepillé los dientes y entré a la casa que tenía como armario, por verlo así.

Tomé lo primero que encontré y me lo puse para luego sentarme frente a mi espejo. El maquillaje era lo que me hacía ser yo porque pensaba en todo menos en mi aspecto. Terminé con kilos de base en mi cara para tapar las ojeras y un maquillaje bastante extravagante para que no notaran el desastre que tenía.

Mis ojos estaban apagados, ya no tenían ese brillo que los caracterizaba. Todo estaba bien hasta que terminé con mi novio porque aunque el no me quisieras por él me mantenía arreglada y presentable siempre, aunque el me engañaba me sentía querida.

Bajé desde mi cuarto que quedaba en el cuarto piso de la mansión hasta el primero para poder recoger la mochila que había tirado en algún lugar de la sala.

De repente me llegó una notificación de Instagram, era una invitación para una gala que se haría esa noche pero la rechacé excusándome con que ya me habían invitado a otra celebración.

Salí de la casa y ya mi mejor amiga me estaba esperando en la entrada. Hacía esto desde el día en que casi tengo un accidente cuando hiba de camino a la escuela y como sino fuera una sorpresa, fue después de dejar a mi novio.

Dejarlo le había dado un giro a mi vida radical al que no estaba acostumbrada. Si, claro que muchos chicos me escribían a diario pero solo era por lo famosa que era o por mi belleza, en realidad ninguno se fijaba en mi interior.

Había decidido dejar el amor a un lado de mi vida aunque este fuera el único que hacía que todo para mi tuviese sentido. Cuando un hijo se cría sin amor trata de buscarlo en cualquier lugar lastimándose en el intento porque están tan desesperados para que alguien los quiera que olvidan que deben quererse a sí mismos.

Mi amiga tenía mucha felicidad en su vida y me molestaba porque yo no hacía ni el más mínimo intento por regalarle una sonrisa. Llegamos a la escuela y todo era lo mismo, los chicos persiguiéndome y las chicas diciendo que estaba muy linda o que de donde había sacado mi ropa.

Entré a mi salón, mi mejor amiga ni se sentaba junto a mi por lo que no tenía nunca alguien con quien hablar. Yo me sentaba sola, siempre quedaba un puesto libre en el salón por lo que esa era mi oportunidad de que nadie me molestara.

La profesora entró al salón como siempre, llevaba un vestido ajustado al cuerpo y muy corto para una institución educativa pero nadie le decía nada. Esta vez había algo diferente, algo que alteraba mi rutina. Llegó junto a un chico que nunca había visto en la escuela.

-Buenos días a todos-nos saludó como todas las mañanas.

-Buenos días-respondimos todos los que nos encontrábamos en el salón.

-Hoy quiero presentarles al chico nuevo que entrará al colegio, para resumirles él es de Alemania pero ahora está viviendo en Inglaterra y para que no se preocupen habla su mismo idioma-dijo y observó todos los puestos-Lucca siéntate con Laila al fondo ya que es el único puesto vacío.

Lista para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora