1. Esperar puede valer la pena

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Lo había estado posponiendo.

Lo había estado posponiendo pero el último en vivo ha salido de la mierda. O más bien él ha hecho que salga de la mierda al dejar a todos sus espectadores en vilo al verlo correr fuera del cuadro de enfoque de la transmisión de twitch porque no ha podido soportar las ganas de vomitar.

Menos mal Rintarou está acompañándolo esa vez, y ha sido él quien ha tenido que activar el overlay de offline para que no se escucharan los alaridos de Atsumu devolviendo toda la comida desde el baño.

—Creo que es hora —dice el de ojos pequeños y afilados mirando el semblante demacrado y pálido que ni todo el maquillaje que su amigo suele usar para sus transmisiones logra ocultar del todo—. Ponte un abrigo. Nos vamos.

—Pero-...

—Ningún pero. Vamos a comprar esas malditas pruebas hoy y se acabó.

Y en menos de cinco minutos, porque se habrían hecho hasta quince si se hubieran ido caminando a la farmacia, Atsumu está envuelto en un hoddie que no es suyo pero que le calienta y le gusta oler porque es el olor de la persona que le gusta.

Rintarou está en la caja lidiando con la cajera y con su inexperiencia respecto a los diferentes tipos de pruebas de embarazo que le ofrece cuando debería ser Atsumu quien esté ahí, interesado, sin embargo este se ha detenido en el pasillo de las fórmulas para bebés como si fuera un mensaje divino que recibe del cielo mientras sostiene su teléfono contra su oreja y entabla una conversación corta con Kiyoomi que parece que tiene un super instinto para saber cuándo algo está mal.

—Ya te dije que estoy bien, Omi —repite por cuarta vez descubriéndose tomando un paquetito de chupones de silicona para bebés. Honestamente, para ser alguien que sospecha estar embarazado se lo está tomando muy tranquilo.

O quizá es porque no hay muchas personas a esa hora de la noche que se permite ser un poco menos cohibido. Después de todo son casi las 12. Y ha sido un milagro el haber alcanzado abierta la farmacia al público aunque en todo caso si la hubieran cerrado, habrían pedido todo por la ventanilla de todas formas.

—Motoya me dijo lo de la transmisión —Atsumu suelta una sutil maldición antes de apretar con fuerza el paquetito de chupones y volverlo a colocar en su lugar rápidamente. ¿Qué hace en el pasillo de cosas de bebés para empezar?—. ¿Qué sucedió? —pregunta Kiyoomi y Atsumu se aleja el teléfono del oído para atender a la señal de Sunarin que le pide que se acerque al mostrador para pagar y también para mirar la hora en la pantalla y de paso el tiempo que sigue transcurriendo con la llamada de su casi algo.

Casi algo que tiene buena puntería, aparentemente dice con ironía para sí mismo Atsumu, desviando la mirada hacia su estómago.

Sí, bueno, si Kiyoomi no ha podido estar con él esa noche ni las anteriores a esa es porque está de viaje en un congreso organizado por su universidad. Una a la que Atsumu ni por asomo podría asistir porque es muy cara y él, bueno, no es precisamente el tipo de persona con un estatus socioeconómico alto para intentar entrar ahí. Aunque tampoco es que le interese mucho estudiar, la verdad.

Cuando conoció a Kiyoomi, vomitando en un bar, para nada romántico de hecho, las diferencias entre los dos saltaron a la vista con solo verse las caras. Atsumu era como un Sol naciente, con esos poderosos ojos dorados. Kiyoomi era lo opuesto, toda la noche revistiendo en cada rincón de su cuerpo. Cabello, ojos, hasta su forma de vestir.

Pero bastó que se tocaran en medio de una canción de Lauv con Julia Michaels para que lo supieran. Que no importaba lo que hicieran, habría historia entre ellos dos. Todas las diferencias a simple vista, y las que no también, quedaron ignoradas toda esa noche en la que se conocieron y bailaron hacia atrás el uno contra el otro.

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⏰ Última actualización: Aug 31, 2022 ⏰

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