Una Amistad Fiel

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Eran las seis de la mañana, dormía en una fea y triste habitación del pequeño apartamento donde viví con Michael, montones de fotografías que una vez pusimos en las mesas y en las paredes aún permanecían justo donde las habíamos colocado el primer día, los pocos que lo sabían me catalogaban loca por "tener tantos recuerdos de aquello que fue...", en cambio para mí era un recordatorio de que para todo había terminado y que no existiría una marcha atrás.

El reloj marcaba las seis de la mañana, pero yo aún no despertaba, y créanme no era domingo, era un día tan normal como cualquier otro, tenía que trabajar y realmente ya estaba un poco tarde. De pronto alguien toco la puerta, muy gentilmente por cierto, mi cansancio era tanto que no quise prestarle atención, y conforme pasaba el tiempo esa manera gentil se iba transformando a algo tosco. La voz de una joven mujer empezó a pronunciar mi nombre "April, April, tienes que despertarte, ya basta de estos juegos y toma un poco de responsabilidad por tu vida. ¡Dios!", exclamo. Pero no había ninguna respuesta de mi parte.

Cuando ya no pudo más, recurrió a un método que créanme, yo sé que no le gustaba, para casos de emergencia le llamaba yo, existía una copia de la llave del departamento bajo la alfombra así que la tomo y no le quedo más que abrir la puerta. Se dirigió a mi habitación y con recelo me despertó.

-Buenos días Ap.

-Buen día Danielle, contesté

Se trataba de mi mejor amiga, casi mi hermana, Dani como de cariño le decíamos, habíamos crecido juntas, pero nos tocó separarnos cuando decidimos viajar a estudiar carreras diferentes, ella medicina y yo, por supuesto arqueología, ya había pasado un tiempo desde que nos habíamos reencontrado, ella estaba casada y con un bebe y yo seguía herida por mi pasado con Michael.

Mientras empezaba a arreglarme para ir al trabajo Dani empezó con su charla, una vez más. Ya era parte de nuestra rutina el discutir todas las mañanas.

-¡Trecientos noventa y siete días! Tres días más y llego a los cuatrocientos, llevo trecientos noventa y siete despertándote April, tienes que empezar a madurar ya.

-Dani, vives tres pisos más arriba, que te cuesta hacer una pequeña parada aquí antes de llegar a casa

-Si Ap, tengo que pararme a tocar la puerta como loca ¿a esperar que? a que estés despierta o a que esta pesadilla se acabe, tú crees que después de una jornada nocturna en emergencias tengo ganas de llegar a casa. ¡A despertarte!

-Entonces por que llevas trecientos noventa y cuatro días haciéndolo

-No son noventa y cuatro, son noventa y siente, vez, ni siquiera me prestas atención hasta que número vamos a llegar, te lo vuelvo a repetir esto se está volviendo una pesadilla pero solo para mí, no? porque tu aquí... regia y perfecta

-Danielle relájate, respira y tómalo con calma -me acerque a la cocina y empecé a preparar café- estas aquí todas las mañanas, si no te gustara hacerlo, no lo harías, además es la única excusa que tenemos para vernos

-No es que no me guste hacerlo, es que por tu bien tienes que dejar esos traumas atrás

-NO ESTOY TRAUMADA -exprese con enojo-

-Ves, April, hace cuanto tiempo que terminaste con Michael y tienes este lugar intacto, el saco su ropa, se fue, te dejó y ya más nada ha pasado aquí, porque te cuesta tanto dejar el pasado atrás. April, eres una mujer inteligente y nunca has necesitado a un hombre para vivir, empezando por cuantos años de la escuela te saltaste ¿dos?, y hace 6 meses terminaste tu doctorado en arqueología, sabes cuantas personas quisieran ser como tú, y tener esa cabecita y esa inteligencia que ya nadie tiene y no has necesitado a Michael para conseguirlo.

-Porque si Dani -Grite- porque llevo toda una vida aferrándome a lo que ya no está, es mi problema y no el tuyo...

Aunque parezca mentira, la mayoría de mis conversaciones con Danielle terminaban de la misma forma, "madura" o "no necesitas un hombre, no necesitas a Michael", para mi sus palabras eran duras y ella lo sabía, me conocía de toda la vida y aunque yo hiciera como si no me importara, ella sabía que sus palabras me habían lastimado, yo también sabía que la lastimaba con mis respuestas groseras, pero estaba claro que no quería cambiar. Pero sin pensarlo allí estaba todas las mañanas para mí, eso es a lo que yo llamo una hermana de verdad. Pero bueno, ya la pesadilla de hoy se había acabado, me encontraba camino a un lugar en el que más me gustaba estar, donde me sentía más tranquila, un lugar donde no era la sumisa April llena de problemas y aferrada al pasado, sino la Dra. Mcgregor, el emporio de mi familia, del que había heredado la mitad de las acciones, la otra mitad las tenía Michael, pero esa era otra historia que sinceramente no quería recordar. Lo único que me hacía sentir bien era que una vez entraba a ese lugar todo cambiaba, no solo porque me encuentro con la arqueología que es esa pasión que mueve mi mundo, sino también porque me encuentro con mi otra pasión, algo que muy pocas personas conocen y yo era la privilegiada en estudiarlo, mercurians, si mercurians. Ya más tarde les contare esa historia pero por ahora quiero que sepan lo que paso aquel día en la oficina.

-Buen día, exclamé.

-Buenos días doctora. ¿Como esta?

-Muy bien gracias, que tenemos para hoy

-Doctora. -Interrumpió mi asistente- ahí unos cristales en el laboratorio que tiene que ver

-¿Son nuestros?

-Sí, de una de las excavaciones en proceso

-¿Phoenix?

-No Señora. Arizona

-Y a cuál de los laboratorios me tengo que dirigir

-Al de O... el de George

-Perfecto, porque tengo que hablar con él.

Me dirigí hacia el laboratorio y solo se me venía a la mente como fue que todo esto empezó, ahí estaba George, haciendo lo que amaba, yo creo que nació para esto. Yo alce mi voz para decir.

-Tres proyectos a la vez y casi un mes sin vernos, de verdad que necesitaba una excusa para escaparme del papeleo y venir a donde pasa la verdadera magia.

-April, ¡mi vida! -un largo y fuerte abrazo fue la muestra de cariño que decidió darme-

-A ver dónde están los cristales que tengo que ver

-No son cristales, es una especie de roca fina de las excavaciones en Arizona, la verdad no sé de dónde vienen, son extraños y nunca los había visto antes.

-¿Tú crees que?

-Qué cosa, que sean de...Mercurio. Pues no lo dudo, pero para eso tenemos que consultar con alguien que sepa más de cristales mercurians que yo.

-Y tú crees que Naos esté dispuesto a colaborar con nosotros

-Pues tendré que contactar a Naos, tengo un presentimiento que de este cristal dependerá nuestra estancia en la tierra...


La Profecía de MercurioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora