Prologo

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Sus piernas conocían a la perfección el camino hasta donde ahora era su casa, sabia con exactitud que piedras tenia que evitar para no caerse, así como que callejones tendría que recorrer con rapidez para no ser molestada. Era la séptima vez que su nariz olía la madera de pino con la que habían hecho la puerta, la séptima vez y aun así sus puños endurecidos se negaban a golpear la entrada para llamarlo.

Aquello por lo que iba era un asunto que le tenia revuelta la cabeza, sabia de antemano que aquel hombre seguramente se burlaría de ella y la echaría con una buena patada en el culo, pero estaba decidida a hacerlo, porque era consciente de que él era la única persona que podía ayudarla a descubrir aquello que hacía falta entre ella y Eren.

Si, había mas hombres, eso era claro, pero ninguno tan mordaz y atroz como el, quien seguramente terminaría burlándose de ella para después aclararle todos los errores que estaba cometiendo en su intento por tener al ojiverde que siempre seguía. Además, le ganaba por unos cuantos años, lo que seguramente le habría dado ya una gran experiencia en el tema, experiencia que ella necesitaba con urgencia.

La cosa era que Eren y ella parecían no poder avanzar, y fuera lo que fuera la hacia sentir la responsable de todas las cosas. La última vez recordó quejarse cuando Eren estaba tocando entre sus piernas y como posterior a eso rememoro el chillido de Eren, cuando ella jalo su miembro entre sus manos. Aquello estaba resultando más difícil que placentero, al grado en que después de intentarlo ninguno era capaz de hablarse hasta que hubieran pasado alrededor de dos días.

Estaba bastante fastidiada de siempre obtener el mismo final, quería una vida plena, se la merecía después de haber ayudado a acabar esa sangrienta guerra, así que haría cuanto pudiese para conseguirla. Le importaba poco el costo, ella le pagaría con lo que quisiese, aguantaría las burlas incluso, todo con el único fin de conseguir su ayuda, aun si eso implicaba exponerse a sus ojos navales que parecían ser hielo a mitad de primavera.

— ¿Qué estas haciendo aquí, Mikasa? — la miró con desdén cuando la encontró empapada fuera de su puerta.

— Tengo una petición que hacerle.

Si decido quedarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora