Porque esto es más que amor.

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Los labios de Jean parecía que tenían imán y el que los atraía eran los labios de Mikasa. Parecía que estaban intentando recuperar todo el tiempo perdido. Adictos al sabor del otro, a su piel, sus labios y cabello.

Las manos de Jean siempre se encontraban en su rostro, su cintura o sus muslos fuertes. Las de ella encajaban perfectamente en los hombros de él, su cabeza tenía un lugar entre su hombro y cuello. Cómo si estuvieran hechos para el otro, la altura de Jean era ideal para dejar besos en la frente de Mikasa, y ella dejaba besos en cualquier lado que encontrará.

Su droga, su remedio y todo lo bueno en este planeta para ellos era el otro.

Mikasa siempre corría por el bosque sintiendo el viento por su cuerpo, sintiéndose libre creyó que eso era una sensación inexplicable, nunca podría explicar la manera en la que eso la liberaba, pero los besos, los abrazos y las caricias de Jean habían superado ese sentimiento por mucho.

Habían pasado dos semanas desde la confesión de Mikasa y su reciente relación ya parecía avanzada, pero entendían por qué. Desde antes se abrazaban, conversaban y se tomaban de las manos.

Les costaba mucho no ponerse las manos encima del otro en público, sin embargo, cuando terminaba el almuerzo Mikasa corría nuevamente a la cabaña esperando que él después de charlar con el general Magath se encontrará con ella una y otra vez. Los primeros días en aquel lugar se la pasaron arreglando la cabaña.

Estaba muy vieja, primero arreglaron el hueco de las paredes, limpiaron el polvo y cambiaron las sábanas de la cama por las que robaron del depósito del cuartel. Una vez hicieron eso cada rincón de la cabaña era útil para besarse, ya sea Jean acorralando a Mikasa para besarla o Mikasa a Jean.

Durante las noches, ella aún iba a su habitación, a pesar de que se sentían mejor de sus traumas y consecuencias de lo vivido allá, aún se necesitaban el uno al otro para poder dormir. Mikasa abrazaba a Jean dejando su cabeza apoyada en su hombro sus labios pegados a su coronilla y las piernas enredadas debajo de la sábana, Jean aprovechaba esa posición para abrazarla y dejar besos en el sector de su cuello, siendo lo más discretos que podían para no despertar a Marcel.

Él sabía que ella estaba ahí, pero no quería que supieran que estaban juntos. No porque sería malo, si no, porque no querían poner en peligro a sus amigos con su secreto. Y disfrutaban la privacidad de su relación.

Hoy, se encontraban acostados en el piso de la pequeña sala, no sabía porque, pero a Jean le gustaba estar acostado en el piso mirando el techo. Lo encontraba relajante, Mikasa lo había seguido en un intento de comprenderlo, pero no lo logró. La madera lastimaba su espalda y cabeza. Por lo que se acostó boca abajo con el pecho apoyado en el de Jean, sus manos trazando líneas suaves sobre su nariz, sus mejillas e incluso delineando el contorno de sus ojos. Jean encontró más paz al ver sus ojos grises iluminados mientras dejaba caricias en su espalda y brazos con la yema de los dedos.

—¿Cuándo está bien decir te amo? —preguntó Mikasa apoyando su frente en la coronilla de Jean.

El soldado se quedó frío ante sus palabras.

—Yo creo que cuando lo sientas y estés segura de exteriorizar tus sentimientos ante quién se lo quieres decir —habló.

Mikasa asintió con la cabeza.

—¿Qué crees que es amar? —volvió a preguntar con un poco de rubor en las mejillas.

—Te despertaste filosófica no —rio Jean incorporándose en sus brazos quedando sentado en el piso y abrazo a Mikasa con un brazo.

—Hablo en serio... Papá murió cuando apenas tenía cinco años, siempre escuché a mi mamá decir que ama a mi papá, a mí. Pero nunca entendí qué significa.

Mi camino de vuelta a ti. Marley AU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora