21 de Enero de 1978

20 3 0
                                    

Narra: Teodoro

  Mientras me vestía con una playera ajustada a rayas y un pantalón beige acampanado, mi papá en la sala reventaba su tocadiscos con música de Eydie Gormé y los Panchos, a la par, mi madre en la cocina con la compañía de su pequeño radio deleitaba a mi hermana con un poco de sus cantos matutinos, al parecer, mi mamá sigue esperando que mi hermano venga a verla; pues "el nido" de Sonia López suena cada mañana. No me gustaría ser yo quien deba romper su ilusión, pero han pasado 6 meses desde que Ignacio visitó la casa, llegó con un ramo de lirios blancos para mamá y una corbata para mí papá, cenó y nos contaba lo interesante qué es su empleo, pero desde ese día no ha regresado con nosotros.

  Honestamente yo no tenía mucho apetito, por lo que tomé una mandarina y le di tres sorbos a mi té de canela antes de salir del pequeño y ruidoso hogar.

  Mientras me dirigía a la parada del colectivo, mi mente se llenaba de pequeñas dudas: ¿lograré salir con buenas notas de este semestre? ¿Y si no lo logro? ¿Qué tal si alejarse de todo el mundo tampoco sirve de nada? Mientras tanta pregunta denigrante hacia mi persona se permitía mi insolente consciencia crear... me percaté de la época en la qué se encuentra el mundo justo ahora. ¡ES TERMPORADA DE GARDENIAS! Una de mis tantas flores favoritas se da el lujo de mostrar su pureza blanca y el delirante aroma de su perfume. Quizá debería dejar que mi mente se embriague con el aroma de un pequeño racimo de gardenias en vez de hacer un descarado autosabotaje.

  Hoy comienza un nuevo semestre, me encuentro aterrado pero encantado al mismo tiempo, ya presiento que voy a regresar a casa con una maqueta pendiente o cálculos extremadamente largos para un puente imaginario; sueno irreverente y ligeramente cínico pero es todo lo contrario, mi emoción a veces lleva a su cúspide mi pequeña ironía emotiva. Al llegar a mi facultad, las caras nuevas y algunas ya reconocibles no tardaron en hacerse notar, saludé de manera educada mientras continuaba mi camino a la secretaría estudiantil para solicitar un poco de información con respeto a las clases extracurriculares; las opciones son extensas, reflexioné durante casi 15 minutos y regresé decidido al lugar con una respuesta en mente:

    "-Me gustaría inscribirme a Infraestructura moderna". Dije confiado de mis palabras.

La encargada me entregó una solicitud y firmé despreocupado.

   "-Tus cursos empiezan hoy a las 3 de la tarde en el salón 12 del edificio E". Me respondió la secretaria justo después de ver mi solicitud.

  Me sentí aliviado de tener cupo en aquel curso, por lo que escuché de antiguos compañeros, la maestra que lo imparte es demasiado apasionada, por lo que aprendes incluso un poco más.

  Mis clases corrieron de la manera más tranquila posible, sorpresivamente salí glorioso y sin ningún pendiente para mañana, por lo que guardé mis cosas y ya planeaba el regreso a casa, de mi cartera saqué el billete para el colectivo y quizá cambio suficiente para algun pequeño antojo, pues el no haber desayunado comenzaba a pasar factura.
Cuando estaba en la parada del colectivo con un terrible dolor de cabeza, vi mi reloj y me percaté qué eran las 2:57 pm.

  —!La clase extracurricular!— Grité ante una fila de extraños esperando el autobús.

¿Cómo pude olvidarme de la única cosa que estaba en mi mente? Yo estaba dispuesto a regresar a casa y simplemente ignoré mi pendiente más importante, a veces me avergüenza mi propia memoria, no puedo permitirme un solo error y ya estoy cometiendo el primero, es justificado llamarme estúpido esta vez.

Al llegar al salón, solo mis compañeros de aula estaban presentes, la profesora aun no llegaba por lo que me tranquilicé y tomé asiento. El tiempo se había convertido en un finito castigo, pues ya habían pasado 25 minutos y la profesora no había llegado... ¿Acaso mi exaltado regreso a la facultad sería en vano? Ya estaba dispuesto a irme junto con el resto de mis compañeros y lamentar mi regreso tarde a casa de manera injustificada, cuando un muchacho de no más de 25 años llegó algo agitado al salón

  —Buenas tardes, disculpen la demora ¿comenzamos la clase? —dijo aquel joven con una sonrisa nerviosa qué te remota a las vergüenzas de la impuntualidad en el bachillerato.

  ¿Quién se cree este desvergonzado? ¿Realmente piensa que somos tan ingenuos para creer que es el profesor? Pensaba yo, a leguas se nota que es un estudiante más tratando de jugar una broma de mal gusto. Yo estaba lo suficientemente molesto como para soportar bromas de algún tipejo de 4to año, no iba a tolerar abusos de algún muchacho o ser la burla de sus amigos qué probablemente ya reían afuera del salón. Era tanto mi disgusto, frustración e ira que me desquité con el y le dije.

  — Niño, no tenemos 12 años. Sabemos perfectamente quien es nuestra profesora, así que sería de mucha ayuda si solo te largas y buscas en qué matar tu tiempo ¿O qué? En tu casa no te prestan la suficiente atención como para venir aquí y buscar un poco de ella con desconocidos, no dudo que tu vida debe ser triste y vacía. No trates de apantallar con un maletero que probablemente le pediste prestado a tu padre y pretendas ser un profesor, solo nos generas lastima— dije con un tono despectivo y mostrando mi desagrado hacia su persona.

  Sentí un poco de satisfacción y que mi cometido se había logrado cuando mostró una cara de asombro al escucharme.

  — bueno... gracias por describirme, honestamente es la primera vez que alguien se dirige hacia mi tan desafiante, te felicito— dijo el. —y aunque lamento demasiado romper tu papel de chico rudo del aula, soy el profesor suplente, al inscribirte debieron comentarte que la Profesora Regina no podrá presentarse este semestre, ya qué se encuentra convaleciente— respondió aquel muchacho con tono burlesco.

  Me encontraba avergonzado, solo tomé asiento y no dije una sola palabra, asumí mi responsabilidad, pues al inscribirme no le di tiempo a la secretaria de hablar ni mucho menos explicarme la clase. Pero tampoco pueden juzgarme, el tipo luce demasiado joven para ser profesor.

   —Su compañero hizo una muy buena presentación mía pero se le olvidó decir mi nombre. Me llamo Guillermo Estrada, tengo 25 años y tengo una maestría en Planificación urbana y sostenibilidad, por lo que me encuentro bastante capacitado para este puesto— respondió.

  Yo ya me encontraba abochornado y quería pasar desapercibido el resto de la clase, pero considerando la manera en la que me había salido de mis estribos, ya era algo imposible; considero que en forma de venganza, el Profesor Guillermo me miró fijamente y  de su boca salieron las peores palabras que alguien avergonzado podía escuchar.

  — ¿Por qué no te presentas con el grupo? Dudo mucho que quieras que te  conocozcan como el muchacho que agredió al profesor el primer día—.

  — Claro— le respondí ruborizado y me puse de pie. — Mi nombre es Teodoro León Diaz, tengo 20 años y realmente me apasiona mucho mi carrera— contesté con la voz entrecortada y temblando.

  — Mucho gusto, Teodoro. ¿Ya viste lo sencillo que es presentarse sin ser agresivo ni despectivo—. Respondió

A este punto, solo quería que la clase terminara para irme a casa, no toleraría un minuto más en esta incomoda atmósfera.
 
   

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 10, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Entre Gardenias y JacarandasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora