La divinidad de la esencia de una persona puede ser tan abrumadora que te hace sentir insuficiente e indigno de estar en su presencia, pero al mismo tiempo tan acogedora y con dádivas de paz que anhelas estar en su regazo.
El mundo está lleno de incógnitas, tantas, que no somos capaces de saber todo lo que ignoramos, y no solo hablo de la complejidad del exterior que nos rodea, sino del entendimiento de nosotros mismos.
La arrogancia nos hace creer que nos conocemos y nos planteamos limitaciones y estándares, basado en nuesto limitado entendiendo y nos cerramos al descubrimiento de nuevas experiencias, sensaciones, emociones y sentimientos.
El miedo es el escudo que alarga nuestra estancia terrenal pero que también nos impide vivir.
Vivir y no morir son cosas muy diferentes y el discernimiento de ambos nos permitirá gozar del placer de estar vivos.
En lo personal, no hay sensación que defina mejor mi vida que el miedo, no entiendo la razón del porque siento tanto miedo, a las alturas, la obscuridad, la soledad.
¿A quién no le daría miedo estar en la cima del mundo, tocando el punto más alto en la plenitud humana y qué un paso en falso te haga caer? ¿quién no teme de adentrarse en un cuarto obscuro? sin guía, sin dirección, a tu suerte, ¿A quién no aterrorizaria el hecho de estar solo?, sin nadie con quién hablar, sin nadie a quien amar, sin nadie con quien ser.
El miedo me mantiene existiendo, existo pero no vivo.
Una sonrisa ha sido la fachada de un corazón quebrantado. He superado cada miedo, aferrandome a la esperanza de que hay un brillo al final de la obscuridad o en la cima más alta.
Pero¿Y la soledad?
La soledad es hasta que ya no se le permite ser.
El día que la soledad desaparece, el vacío tiene que ser llenado por algo o por alguien.
Es esta necesidad constante de no estar solos y sabernos completos lo que no nos permite ver con claridad y nos empuja a ceder a nuestros impulsos y regalamos parte de nosotros mismos a personas indignas y después las culpamos por el daño que nos han hecho cuando el daño nos lo hicimos nosotros mismos.
Es fácil pregonar errores ajenos y etiquetar a los indignos cuando los que no nos merecemos somos nosotros mismos. Indigno es quien no se ha hecho merecedor de si mismo.
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INEFABLE
Historia CortaDesde la obscuridad de la habitación se escribieron cartas al cielo esperando una respuesta.