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"Cometamos el crimen perfecto. Yo me robo tu corazón y tú te robas el mercado...

¡Oh, no, espera así no era! "

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Daniel suavemente inhalo y exhalo, tratando de mantener la calma. - Oye, Que tal si lo hablamos como las personas civilizadas que somos. ¿No te parece mejor así? Tal vez podamos llegar a un acuerdo que beneficie a ambos - con una nerviosa sonrisa, trato de persuadir al chico que le temblaba las manos, pero no dejaba de apuntar la cabeza de Daniel con la boca del arma. Daniel juraría que sentía el frío osico del arma pegada a la piel de su frente.

"Callate o jalo el gatillo" eran las obvias palabras que quizo transmitir el muchacho del otro lado de la caja, cuando apretó el martillo del arma y fruncio los labios en una línea recta.

Preparándose para disparar.

Daniel apretó los labios en una forzada sonrisa y cerró con fuerza los ojos. Conteniendo por un momento la respiración.
Dios, Daniel iba a fallecer ahí mismo.

Trago saliva antes de continuar; - Va-Vamos, no seas así, solo te lo sugería, alguien tan joven como tú que tiene un gran futuro por delante, no debería estar desperdiciando su vida en estas cosas. - con cautela agitó la mano derecha a su costado, no sabía si eso habrá provocado más nervios al chico que lo está asaltando o se habrá molestado de que seguía hablando. Porque todavía no había reunido el valor de abrir los ojos. - Aunque no soy consciente en que situación o problemas estas como para llegar a esto, siempre... Siempre habrá alguna forma de arreglar las cosas. Sé cómo la vida puede ser tan difícil, pero pueden... Yo puedo ayudarte. - Dijo vacilante.

Daniel abrió uno de sus ojos cuando escucho un suave suspiro y el ahogó de un jadeo. Y lo primero que encontró no fue a un chico que tenía baja la cabeza y se mordía los labios, viéndose indeciso con las decisiones que había tomado en la vida. Lo que vio Daniel fue la oportunidad que necesitaba para arrebartarle el arma que ya no lo apuntaba. Aprovechando que su asaltante se encontraba distraído. Acerco su mano derecha al instrumento de fuego, lamentablemente no logró ni rozar sus dedos en ella cuando el chico retrocede.

Desesperado y asustado por lo que pudiera suceder si dejaba que se alejara, Daniel se tiró sobre el área de embolsado del cajero y agarro de la muñeca a su atacante, forcejeando con él hasta que terminó sosteniendo la espalda baja del muchacho de cabellera rubia. Y apegando ambos cuerpos. Aunque, no fue lo único que había unido.

Daniel no sabía en que pensaba cuando se lo ocurrió la maravillosa idea de besar a su atacante. Tal vez fue la desesperación de no querer alejarlo para que sostuviera con firmeza el arma que colgaba en la mano del contrario.

Daniel ahogo un jadeo de sorpresa cuando escucho un gemido para nada reprimido de parte de su asaltante, que lo abrazo por el cuello. Correspondiendo el beso.

El choque de una caída metálica se escucho por la tienda, que hubiera sobre saltado a cualquiera, pero eso no basto para que ambos se separen. Daniel dejándose llevar, ayudó al rubio a subirse sobre el mostrador de embolsado del minimarket, apretando con ambas manos la delgada cintura de su asaltante.

Lo bueno de algunos errores es que besan bien.

Lo bueno de algunos errores es que besan bien

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⋘ 𝘕𝘦𝘸 𝘴𝘵𝘰𝘳𝘺 𝘭𝘰𝘢𝘥𝘪𝘯𝘨... ⋙

Amor al primer roboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora