Tres toques a la puerta de su habitación le dan la tranquilidad que el concierto del '74 de Yoshihisa Taira no le dio durante las últimas tres horas, tiempo que duró la junta de los oyabun de los clanes más importantes de todo Japón. Rintaro le ha llamado por teléfono para darle la resolución, algo que él ya sabía, así como sabía que iba a llegar ese momento.
Por eso hace señas a Aran para que le dé acceso a la persona que desea verlo.
Come un poco del cangrejo negro que le han preparado para cenar. Pide que le pongan otro plato a la mesa, quien atiende asiente mientras que se retira a buscar el servicio casi al mismo tiempo que Sakusa Seiji entra a la habitación donde Miya Osamu consume sus alimentos. Hace una reverencia antes de que el mayor dibuje una pequeña sonrisa y lo invite a sentarse frente a él.
—¿Te gusta la comida de Singapur? —pregunta Osamu antes de que Seiji diga nada.
El alfa observa la mesa y después a su tío, la mesera entra nuevamente a la habitación acomodando rápidamente los platos, vasos y demás cubiertos para que el invitado pueda comer.
—Más o menos, no mucho —es sincero—. Prefiero la comida taiwanesa.
—¿Fueron casi quince años, no?
—Sí —responde Seiji agradeciendo a la mesera que le sirve un poco de agua y ginebra. El menor de los alfas da un sorbo a la ginebra, arruga un poco la nariz porque no es muy erudito en los sabores de los alcoholes, le parece fuerte pero a su paladar le gusta.
—Ahora han pasado siete años.
—Ocho, en tres semanas cumplo los veintitrés.
Seiji sirve en su plato porciones pequeñas.
—Un oyabun de veintidós, mi padre tenía treinta y uno cuando se volvió oyabun... y yo cerca de veintisiete, superaste mi marca... —sonríe con algo de nostalgia contra su vaso que contiene ginebra.
—No es una carrera pero entiendo a lo que te refieres.
—¿Lo entiendes? —ladea el rostro el de cabello castaño sin molestarse en ocultar la curiosidad y sorpresa de la aseveración de su sobrino.
—La mitad de los que han votado por mí es porque piensan que seré fácilmente manipulable, la otra mitad están seguros que tengo relación con Kiryu porque el tiempo que me crié con él fue mayor al que he vivido lejos de él y creen que tengo su violenta política de mando.
—Sí, lo entendiste todo entonces —sonríe Osamu abiertamente, come un poco más de arroz aromático y gime de placer por los sabores que su paladar está disfrutando.
Toma un poco de los tallarines del bak chor me, pero sus ojos grises son atraídos por los de su hermano, es decir, los ojos que su hermano le heredó directamente a su hijo. Sonríe de medio lado, porque no solo le ha heredado eso, y puede ver una calca de Atsumu en Seiji. Mastica con calma mientras que piensa bien las palabras que está por decir.
—Difícilmente te van a tomar el pelo porque justamente viviste durante quince años lejos de todos, en manos de dos demonios que tiraban de ti en cada lado hasta que te rompieron, y estás aquí por ese mismo motivo.
El silencio de su sobrino confirma su teoría. Osamu se seca la comisura de sus labios dejando la servilleta sobre la mesa.
—¿Qué quieres saber?
—Todos votaron por mí.
—Sí, felicidades.
—¿Por qué apoyaste esa medida? —niega Seiji—. Mejor dicho: ¿Por qué me propusiste? Si ni siquiera ibas a estar presente durante la reunión —no es que le importa realmente, pero el significado que un oyabun hubiera enviado a su wakagashira a algo tan importante daba un mensaje confuso al resto de los grupos, a Seiji le parecía algo más profundo que un simple desprecio o capricho.
ESTÁS LEYENDO
Los alfas también huelen a alquitrán
FanficSe dice que después de la tormenta viene la calma. Sin embargo Sakusa Seiji no lo cree así, no lo ha vivido así. Sobre todo desde que decidió que iba a amar a Kageyama Ume, y esta resultó ser un veneno del que se quiere curar pero que no logra hacer...