27 de Septiembre de 2021
La helada brisa del otoño empezaba a invadir las calles más remotas de Seúl, el distintivo color ocre en los árboles pintaba de manera nostálgica el paisaje y se podía observar a los habitantes de la capital usar atuendos que les permitan resguardarse de aquellas bajas temperaturas.
Pero Lee Minho se encontraba descalzo, con tan solo una vieja sudadera y unos pantalones jeans holgados, admirando desde la ventana de su casa el caer de aquellas nostálgicas hojas color ocre, acompañado con una taza de café en sus manos.
— Tres días —musitó.
Se dejó caer en su silla y soltó una larga bocanada de aire. Estaba exhausto, hambriento y demasiado estresado.
Eran tres días en los que no había metido más qué litros de cafeína y uno que otro bizcocho a su boca. Buscando en cámaras de seguridad, interrogando testigos y revisando en todas las bases de datos de Corea cualquier mínimo rastro.
Sin éxito alguno.
No quería admitir su derrota, y no lo haría.
Porque en su cabeza, aún no había perdido.
— Tres malditos días.
Pero con tan solo observar aquel mural que tenía frente a él, disminuía gradualmente sus esperanzas.
— Fueron tres días perdidos.
Cada pista, cada insignificante pista era por completo falsa.
Lo había engañado.
Lee Minho había caído como idiota en el juego de One.
— Buena jugada, debo admitir que eres bueno en esto —observaba con furia aquella imagen de "One", tan solo tenía una imagen de su espalda, una borrosa imagen de su espalda cubierta por un largo abrigo negro y una gorra del mismo—. Pero yo soy mejor.
Aquella foto le daba un indicio, una esperanza.
Tan solo esa borrosa imagen le hizo dar cuenta de que no era imposible atraparlo.
Lee Minho atraparía a One, incluso si tuviera que entregar su vida por ello.
