ecos de una infancia perdida

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Había una vez una niña,

en cuya infancia días dorados vivían,

su madre siempre sonreía,

y su padre con ternura la comprendía.


Mas sus primaveras dulces se esfumaron,

la vida, con golpe cruel, la alcanzó;

su mundo de rosas se marchitó,

sus risas, de alegría, se olvidaron.


Sus padres ya no la entendían,

y ella, cada vez más insegura, se volvía.

Su belleza todos alababan,

mas solo los malos comentarios escuchaba.


Intentaba, intentaba sin cesar,

pero ya no era la misma,

su atención en la escuela se desvanecía,

su padre ya no comprendía,

su madre, ya no reía.


Y la niña, oh la niña,

trató de ignorar las voces,

mas nunca lo logró,

lloró, se hundió, sufrió y sangró.


Con pies temblorosos se aferró,

a lo que creía vida,

en un suspiro de esperanza,

por volver a sentir, una vez más,

el calor de aquellos días dorados.

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