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Obedecer no es cuestión de sumisión, obedecer es cuestión de disciplina y buena conducta, de respeto o admiración, eso solía decir mi padre cuando trabajaba en la gran empresa de maquillaje, el era un chófer de uno de los hijos Min, ambos hijos eran prodigios y tenían un potencial magnífico sin embargo había algo diferente en ellos.

Mini Yoongi, el hijo menor y callado de la familia, era pálido y alto, su complexión era delgada pero de una buena cara, sus manos eran largas y esbeltas tenía un buen parecido, ese hijo menor de los Min era todo un laberinto, nunca sabrías lo que piensa o como actuará en un segundo que pasará.

Una noche de tormenta aún lo recuerdo, los Min nos ofrecieron quedarnos por unos instantes hasta que la lluvia bajara, sin embargo esa noche dormimos en la casa de los Min, la casa era tan grande que daba miedo, comencé a caminar a lo largo del pasillo mi meta era ir a la cocina sin hacer algún ruido sin embargo no fue así.

Llegando al último cuarto de aquella casa estaba la luz encendida y para mí mala suerte o buena suerte estaba el hijo menor de los Min, este no se encontraba solo, se escuchaba la voz de una joven y un joven, ambos eran de la edad de Yoongi. Al llegar a ese cuarto mi curiosidad pudo más que el respeto a la privacidad, abrí un poco la puerta y pude observar al fondo a Yoongi sentado como el jefe mientras la joven le lamía uno de los pies, y el joven, aquel de boca carnosa y cabello rubio le hacía un oral, Yoongi le tocó con delicadeza y cuando volteo hacia la puerta su mirada y la mía chocaron, el sonrió de lado y después tomo al chico de los cabellos, haciendo que este soltara una arcada.

Y ahí fue el inicio de algo sumamente secreto entre ese Min y yo.

Las fantasías de mi amigo (Yoonseok)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora