Te quise con todo mi ser.
Tanto que enfermé al darte hasta la última gota de amor que quedaba en mi cuerpo.
Luche día tras día por tenerte a mi lado y enseñarte que hay caminos llenos de luz.
Que la felicidad se esconde en los rincones menos esperados.
Que con calma y paciencia todo fluye mejor.
Te quise como un poeta ama su musa.
Loca y orgullosa del sentimiento puro que sin titubear hice tuyo.
Te confié mi alma para que nunca tuvieras dudas de su transparencia.
Creí ciegamente en que la lealtad sería recíproca.
Primero tú, segundo tú , tercero tú, cuarto tú ...
Y yo? Simplemente deje de importar, solo quería que te sintieras como mis ojos te veían.
Mi máxima prioridad era hacerte sentir querido y especial.
Pero nunca era suficiente...
Siempre había una excusa nueva para volver al caos, para odiar la vida, para ser desleal y destruirme sin piedad alguna.
Y aún en esos momentos te llegue a querer y me odie por ello.
Durante mucho tiempo.
Ahora comprendo que nunca navegamos en el mismos barco, de hecho yo cargaba con tu equipaje y también el mío.
Mientras tú libre de peso ibas parando en todos los puertos posibles sin preguntarte ¿estará agotada? De echo ni mirabas atrás.
Ahora entiendo que lo tuyo no fue amor sino comodidad.
Que por más que quise nunca quisiste.
Una vez me dijeron que no tenia que demostrarle a nadie mis intenciones porque no necesitaba la aprobación de ninguna persona excepción de la mía.
Que solo yo sabía lo que había hecho y por lo que había pasado.
Y tenían razón, por eso hoy me marcho y me siento libre de peso y orgullosa de mi paso.
