- ¿El Príncipe Rai? No mucho - mintió.
- Pronto lo verás, espero poder invitarlos a casa cuanto antes.
Dorian soltó una suave carcajada en su dirección. Eso sí que sería digno de ver, pero se había reído más por nerviosismo que por alegría -. Serán bienvenidos incluso por mí - se frotó las manos de largos dedos y se estiró, haciendo crujir las vértebras -. ¿Conduzco yo un rato más?
- Ni hablar. Lo haré yo. - Dorian la miró de reojo. Sabía que quería que quien los viese, observara que el hijo menor, el más probable heredero, podría hacerse cargo de lo que estaba por venir. Pero lo que empezaba por conducir un coche para fardar, bien podría terminar tomando el papel de nuevo Rey. Conocía a su madre y sabía cómo pensaba. Le gustaba que las cosas escalasen de forma abrupta.
No, no quería del todo volver. Su madre movería hilos por recuperar sus derechos de nacimiento (aunque realmente nadie se los había quitado, era ella quien los había suspendido, por voluntad propia), y lo que hiciera falta para ver a sus hijos en el sitio que les correspondía. Junio era cabezota y codiciosa. El problema es que él sólo quería encontrar la cura para su hermano y que su madre fuese feliz, pero si ello implicaba mezclarse en política... No iban a poder contar con él. Se negaba en rotundo. Lo había odiado desde que tenía uso de razón, por un buen motivo y lo más seguro es que no fuese a cambiar de idea. Negó con la cabeza y se metió en el asiento de los pasajeros. No sabía ni en qué momento Jared se había despertado, pero le sonrió con modorra mientras se aferraba a su manta antes de volver a caer dormido. Poco después, el coche volvía a estar en la carretera y él al volante.
Cuando las primeras farolas acompañadas de suelo empedrado saludaron bajo una capa de oscuridad y niebla, supo que habían llegado.
Il'Lika era un pueblo bastante grande, pero sus casas no estaban concentradas en una sola zona. Si alguien miraba desde arriba, podía ver un territorio extenso, verde, con zonas de bosque increíblemente abundantes. Entre la naturaleza, saludaban pequeños caminos que hacían las veces de carretera, a veces empedradas, otras veces sólo compuestas de tierra, peligrosas en días de lluvia.
Los núcleos de las casas solían agruparse en torno a los comercios, pero muy a menudo las que eran unifamiliares, (y generalmente antiguas, como la de Dorian) salpicaban el paisaje de una forma casi matemática, armoniosa.
Su casa estaba cerca de un bosque muy famoso y era ligeramente distinta a las demás en su estructura. Las demás casas, por lo general, tenían una fachada blanca o gris. Estaban decoradas y construidas con piedra y madera. El techo estaba sujeto por fuertes vigas y las tejas eran de pizarra extraída de las montañas, como escamas sujetas por solapas de metal que aguantaban la nieve en épocas de extremas nevadas, como la que parecía que estaba al caer.Recordaba la casa, momentos de su juventud en ella, pero el inmueble apenas le hacía sentir nostalgia. Le gustaba, eso era obvio...pero nada le hacía sentir en casa como ESE bosque que tenía en frente. Todo era cuestión de magia y esta era un elemento que echaba mucho de menos en su vida.
Sin darse apenas cuenta, había aparcado el coche. Ya era noche cerrada y había necesitado las luces durante buena parte del trayecto. Estaba al aire libre, no había garaje así que sin apagar las luces, salió al frío para despertar a sus dos pasajeros antes de poder apagar y echar la lona por encima del vehículo.
- Deja que me ocupe - murmuró Junio. Ya sólo con escucharla se la notaba feliz. Movió una mano con delicadeza y unas esferas de fuego azul se aparecieron frente a ellos, emergiendo de rincones oscuros de los árboles, alumbrando sus pasos con dedicación, sin adquirir un tamaño mayor al de sus manos.
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Roble Blanco
FantasíaUna familia exiliada y un pueblo que sufrió la misma suerte. Ahora la familia ha vuelto y casi nadie les quiere presentes. Tendrán que cambiar muchas cosas para que todo vuelva a su curso natural, pero las mentiras fae son de todo menos algo normal...