Capitulo 1; Relatos que quitan el sueño (parte 1)

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Dentro que cada capítulo habrá distintos relatos cortos, quizás cuentos o distintas cosas, no os voy a mentir, para escribir este libro me he inspirado en Cuentos Para Monstruos. Realmente espero que os guste.
***

Grandes obras de la muerte

El son brillaba mientras el padre de Alex abría la puerta del coche en aquella vacía estación y le decía a su pequeño hijo que bajara, este joven padre prometió a su pequeño hijo que volvería pronto, cerró la puerta del coche y arrancó. Las mentiras de aquel hombre viajaron dulcementa a los oidos del pequeño, convirtiendolas en una creencia.
Las horas pasaban y el sol se escondía mientras el pequeño esperaba a su padre, había visto al viejo coche rojo marcharse y convertirse en tan solo una ilusión, pero aquel niño no perdía la esperanza de que su padre volviera a recogerlo, Alex siguió esperando hecho un ovillo debido al frío que llegaba. Más pronto que tarde se quedó dormido en el suelo tapado con el único abrigo con el que contaba.
La muerte llegó, personificada con su imponente escote y su largo vestido negro, se quedó observando a aquel pequeño niño pálido y con los labios de color morado a causa del frío. La muerte sintió algo inusual dentro de sí, era lo que los humanos llamaban pena, lástima. La muerte se sentó a pocos centímetros de aquel niño dormido y lo observó, no solía hacerlo, no solía sentir pena, no solía querer abandonar ningún alma, sin embargo ahí estaba aquel niño. La muerte cogió a aquel pequeño niño dormido y lo cubrió con su propio abrigo para que recuperara su temperatura corporal. Una vez caliente el niño despertó. Miró a la muerte y le sonrió, le dio las gracias por el abrigo y le preguntó su nombre. Esta no respondió con más que una sonrisa.
La muerte dejó al niño en el suelo y le ofreció su mano, Alex respondió dandole su pequeña y ahora caliente mano. La muerte lo guió por un camino de varios kilómetros que
apenas duró unos segundos.
***
En una humilde casa a pocos kilómetros de la ciudad un hombre observaba desde la altura de su tejado el suelo con los ojos inundados de lluvia. Este hombre sentía la cobardía en su propia sangre al no ser capaz de saltar. Su mujer y su hija de cuatro años acababan de morir en un accidente de coche hacía apenas dos días. El hombre estaba destrozado, sentía el dolor en su corazón de manera física, como si tuviese un cuchillo clavado en el costado.
Consiguió bajar a rastras por las escaleras hasta el salón de su casa, unos minutos después de que se sentara en el sillón en el que se solía sentar su difunta mujer, oyó el ruido de la puerta principal al abrirse y vió entrar a un pequeño niño, solo, con un largo abrigo negro que le arrastraba varios centímetros detrás de sus pies. El niño se quedó con los ojos muy abiertos observando a un hombre que lo observaba de vuelta.
***
La muerte había encontrado a dos almas rotas y solitarias a las que podría haber acogido en su lecho y las había juntado. Estas dos alas destrozadas podrían llegar a arreglarse la una a la otra hasta que ambos estuvieran sanos y fueran todo lo felices que no pudieron haber sido hasta ese momento.
Un cuervo negro observaba la escena desde la repisa de la ventana de aquel hombre, observaba como esas dos almas se conocían y hablaban sin siquiera abrir la boca. Aquel cuervo regresaría a menudo para observar a esa nueva familia que él mismo había creado, vería crecer al pequeño Alex, vería envejecer a aquel desesperado hombre tras haber perdido a su única familia, vería ser feliz a aquellas dos almas que tan destrozadas estaban cuando las encontró.

Dos historias de amor (si se pueden llamar así)

Carolina no contaba con más de 12 años cuando su madre lo trajo por primera vez, era un hombre alto, grande y esbelto. Con el tiempo, su madre y aquel hombre se casaron.
Poco tiempo después, Carolina oía gritos y discusiones en la habitación contigua a la suya, pero su madre le gritába que no se metiera. La mañana siguiente su madre siempre tenía varios golpes en el rostro mal disimulados con maquillaje.
Carolina preguntó, confusa. Su madre enfadada le gritaba que se callara. Carolina no entendía porqué su madre hacía eso, pero tras repetirse numerosas veces, se dio cuenta de su madre temía que algo malo le ocurriese a ella, eso es lo que Carolina suponía, porque ella era su madre.
La noche en la que Carolina cumplía 16 años, oyó como su madre salía sigilosamente de casa y supuso que iría a casa de alguna amiga y regresaría antes de que él despertara, como ya había hecho en diversas ocasiones, pero cuando a la mañana siguiente no la encontró comprendió que había huido. Carolina entendió que su madre no tenía miedo de que algo le pasase a su hija, si no de que él le hiciese algo peor a ella misma.
El enfado de aquel hombre al enterarse de que su mujer había huido fue mayor al que Carolina había vistio jamás, él lo pagó con su hijastra, esto causó numerosos moretones en el cuerpo de Carolina.
***
Luis volvía a su casa de haber estado leyendo cerca de la casa de los gritos, siempre lo hacía, pero aquel día había sido distinto, los gritos eran diferentes parecían ser de otra persona, de otra mujer. Luis siempre iba allí a leer, le resultaba un lugar agradable y los gritos no le molestaban, en realidad era un sonido bastante familiar para él.
Cuando llegó a casa su madre preparaba la cena en silencio en la cocina mientras su padre veía la televisión con una cerveza en la mano. Luis pasó en silencio por el salón para que su padre no lo oyera y fue a la cocina, su madre lloraba sin hacer ningún ruido mientras preparaba la cena preferida de Luis. Este abrazó a su madre por la espalda y le dio las gracias para después ayudarla preparando la mesa. Su madre lo besó en la frente y fue cautelosamente al salón a avisar a su marido de que la cena estaba preparada.
El padre de Luis llegó a la cocina en gandes zancadas causadas por su enfado, nadie más que él hablaba, por miedo a que este se enfadara aún más. Cuando su padre acabó su comida se levantó y le gritó a su mujer que no le había gustado para luego tirar su plato al suelo. Luis vio como su padre se acercaba a su madre por puras ganas de pelear y se levantó para intentar defenderla, pero su intento fue inutil, su padre lo tiró al suelo de un golpe y paso a golpear a su madre, esta lloraba por ver a su hijo en el suelo mientras recibía golpes de el hombre al que amaba demasiado para poder dejar.
Cuando el hombre quedó satisfecho sacó otra cerveza de la nevera y regresó a su sillón a ver la televisión. Luis y su madre recogían la cocina lo más silenciosamente posible. A Luis se le repetía la imagen de la primera vez que vio a su padre golpear a su madre, sólo tenía 7 años, ahora, diez años después la historia seguía igual, nada había cambiado y eso lo entristecía y enfadaba al mismo tiempo.
Aquella noche mientras estaba en la cama, Luis comprendió que las cosas debían cambiar y comprendía que su madre no haría nada por cambiarlas por amar demasiado a su marido, Luis hizo la maleta mientras su padre dormía en el salón y subió a la habitación de sus padres donde se encontraba su madre llorando frente a un espejo mientras observaba las nuevas marcas que tenía en la cara.
Luis suplicó a su madre que fuese con él, pero ella no podía, ella aseguraba que él se daría cuanta algún día del daño que les hacía y que ninguno de los dos tendría porqué huir. Su madre se negaba a separarse de aquel hombre que tanto daño le hacía. Por más que su hijo le suplicase, ella no cedía, porque Luis llorando abrazó a su madre y se despidió de ella, cogiendo todos los ahorros que él había coseguido y prometiendole a su madre volver algún día a sacarla de aquel terrible lugar.
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⏰ Última actualización: Jan 06, 2023 ⏰

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