Akem
Ayudo a Arabella a quitarse la venda que cubre la herida de su abdomen para desinfectarla. Aunque delante de mí aparenta ser una mujer fuerte que no le duele nada, sus ojos azules como el cielo se cristalizan, aprieta sus labios para no soltar ni un solo quejido; recuesta la cabeza en la almohada mientras busco el botiquín de primeros auxilios. Siento su mirada posada en mi analizando y captando cada movimiento o gesto que realizo.
Cuando ya tengo lo que buscaba en mi poder, me siento en la orilla de la cama justo al lado de ella. Saco del pequeño botiquín gasas limpias, cristalmina, una pomada y ranitidina.
Con sumamente cuidado, deshago el adhesivo que mantiene la protección de su piel lastimada y lo que aparece ante mis ojos no es nada bonito. Arabella se muerde el labio inferior para calmar sus sollozos y no son por el dolor, sino por la nueva cicatriz que quedará en su cuerpo. Aunque la herida es algo desagradable para la vista de cualquier persona que lo admire, para mí es un motivo más para desquitarme con todo aquel que la lastime. Cojo una gasa y la echo cristalmina, sus ojos se encuentran con los míos dándome la señal de que está preparada, no sin antes agarrar un pequeño paño y situarlo entre sus labios para aguantar la limpieza.
Inicio a desinfectar con toques un poco fuertes para limpiar bien su alrededor, ella no deseó que le suministre anestesia, por ende, y aunque me parta en dos verla llorar, tiene que demostrar ser digna del apellido Ivanov, resistir.
Rocío ranitidina para el tejido y lo vuelvo a cubrir con una venda nueva y limpia.
— Ya pasó pequeña, estarás bien. — reparto caricias por su brazo en movimientos circulares — Tienes que descansar un poco, yo me quedaré con los niños.
Levanto su pierna y le echo la pomada cicatrizante, a pesar de que al principio el corte de la pierna se veía fea, solo fue por el cristal que tenía incrustado.
Me pongo de pie para retirarme y dejarla descansar.
— ¡No te vayas! — me asombro por el tono de desesperación — Por favor quédate conmigo esta noche o por lo menos hasta que me duerma.
— Arabella es mejor que esté....
— Solo esta noche, no me hagas rogarte. — pone los ojos como el del gato con botas — ¿Sí?
Resoplo.
— Vale, me quedaré contigo esta noche. — ella esconde la sonrisa de victoria con un supuesto bostezo.
Estás completamente claro que tú también te querías quedar desde el principio.
Maldita conciencia.
Dejo el botiquín en el mueble, retiro los zapatos y los calcetines de mis pies, me deshago de la camisa mostrando mi torso desnudo. La penetrante mirada de mi mujer está puesta en mi espalda haciendo que una sonrisa egocéntrica reluzca en mis labios.
— Deja de verme como si me quisieras comer pequeña traviesa. No despiertes a la bestia. — a propósito, bajo mi pantalón quedando solamente con mi ropa interior.
Un suspiro incontrolado se le escapa.
— Que buen culo ¡Dios! — exclama en voz baja.
— ¿Dijiste algo? — pregunto aún sabiendo lo que exclamó.
— ¿Quién? ¿Yo? — me giro para verle la cara la cual está colorada — La edad te está haciendo alucinar.
Me rio. — Con esta edad me provoca es dejar de oírte hablar y que me inundes con tus gemidos mientras te hago mil veces mía. — la sonrisa se esfumó de su rostro y su respiración ventilaba.
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Extras: Trilogía Entre el Fuego y el Infierno.
De TodoEste pequeño libro son sobre los extras de varios personajes de la historia.