La Mujer de la Banca/ El muelle

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La Mujer de la Banca 

Capítulo II, para mí es de corrido, pero es una costumbre dividir todo, se vuelve más fácil de dirigir, vieron que el humano siempre busca ponerse las cosas más fáciles como sí lo difícil fuera un estorbo en vez de un desafío.

Bueno, vayamos al tema de la historia que voy a contar, El amor. Les hago una pregunta ¿Alguna vez han amado? A cualquier cosa no les pongo límites, si de algo se trata este diario es de eliminar tales límites.

Yo no puedo decir que no ame, tuve el amor de mi vida y el trabajo de mi vida, me entregue a ambos con locura y pasión, pero ¿ustedes han encontrado eso que les diga decir "Yo amo esto"?

Encontré una mujer que entregó todo por amor, y no específicamente la chica, sino alguien que bauticé como La mujer de la banca.

La conocí en la plaza "Moica Park", el 14 de febrero. Fuimos a festejar el día de los enamorados con la chica, llevamos un pícnic para disfrutar de la tarde y una cámara para guardar momentos bonitos, aún tengo algunas para no decir todas guardadas en mi recámara. Ese día se me dio por mirar a la gente, ver sus reacciones ante la soledad o el enamoramiento de algunos.

Mis ojos se quedaron con una mujer sentada en una banca a tres árboles de distancia, mientras pasaba el día, entre sándwich y mimos de la chica, noté que cada vez el ambiente se ponía más triste alrededor de la banca. Le dije a la chica:

—Amor ¿La ves a la mujer sentada en la banca? Siento que pide ayuda.

Me respondió mirando hacia la banca:

—Si la veo, es verdad, mediante pasaron las horas he comenzado a sentir un ambiente de tristeza viniendo de la banca. Vamos a ayudarla, no todos los días podemos hacer buenas acciones.

Me agarró la mano y me llevó a la banca, llegamos y le pregunté a la mujer:

—Hola, ¿Quiere un sándwich? Es que la vimos sola y pensamos en hacerle compañía.

Mire sus ojos y note una tristeza que me hizo caer una lágrima, entre silencios incómodos dijo:

—Hola, perdón, estoy esperando a mi esposo.

Corrió la mirada y siguió mirando a la nada, la chica, que era más lista que yo, pregunto:

—¿Hace cuanto lo espera?

De repente, su cara cambió por unos segundos y era una mujer esqueleto como si estuviera muerta. Me asusté y le toqué el brazo a la chica para que nos vayamos. La mujer dijo con un tono triste, pero un poco esperanzador:

—Lo espero cada 14 de febrero, hace 100 años, en esta banca, con la misma ropa y los mismos sentimientos.

Volvimos a nuestro lugar y esperamos el anochecer, queríamos terminar el día viendo las estrellas antes de que hagan las doce. Entre coqueteo y risas se hizo de noche y en un silencio entristecedor la chica dijo:

—Promete que no me esperaras en una banca si algo sale mal en algún trabajo, que seguirás con tu vida siendo el gran mercenario y el niño de la sombra.

Sonreí y con una cara de enamorado dije:

—No solo soy el niño de la sombra o el gran mercenario, también soy el enamorado de la chica, no te prometo, no esperarte porque no me imagino un futuro, sin estas tardes, sin llamadas a la madrugada, prefiero ser la mujer de la banca esperando tu regreso.

Me beso y se hicieron las doce, miramos para la banca y la mujer ya no estaba, seguro era un alma en duelo que no quiso abandonar a su amor.

Ahora soy la mujer de la banca en mi cabaña, esperando que ella vuelva con cada relato que cuente, la mantendré viva en recuerdos y en este diario para que cada 14 de febrero sentarme a leer el viaje que tuvimos, eso que me llevó a decirte el amor de mi vida.

Me entregué a tres personas en mi vida, a la sombra, a mí y a vos, perdón a la chica es que pienso que le estoy escribiendo una carta para ir a leerla en la tumba. El día que me anime a ir, le leeré mi diario, espero sacarle una sonrisa para que sepa que jamás volveré a estar solo.

El Sr. Barrios y mis lectores son mi nueva familia, mis nuevos amores a los cuales entregarles mi corazón o lo que queda de él, a lo mejor piensen que un amor de un mercenario no signifique nada, pero ahí estaré en un libro para cuando sientan que necesitan huir del mundo real.

El Muelle

El muelle, ese lugar que puedo llamar hogar aun estando sin ellos, qué haré si algún día no te tengo.

Estoy sentado en mi cabaña recordando esos momentos, agarrado de su mano, mirando el río donde la luna decidía mirarse, donde la noche nos trataba como sus estrellas, donde nos complementamos, ella comenzaba la frase y yo la terminaba. El amor que florecía de ese muelle, muy pocos podrían reconocerlo.

Todos tenemos ese sitio con nuestro amor, puede ser una casa, un parque, una banca, el mío fue un muelle. No era lindo, de madera vieja, con un bosque que se conectaba con la playa, estaba abandonado con un barco donde la gente explotaba por avaricia. Lo que daría por volver, pero correría el riesgo de no irme nunca, de decidir que ese es el último lugar que pisaré.

El día de mi retiro, antes de irme a mi cabaña y olvidarme del mundo, decidí ir a despedirme de esos recuerdos que me llenaban de tristeza. Mi mente me traiciono y al pararme en el muelle escuche:

—Estarás bien solo, encontrarás una forma de seguir, de volver a enamorarte.

No respondí, estaba alucinando, había visto un montón de cosas a lo largo de mi carrera, pero no podía aceptar que ella estaba ahí. Agarre un arma y con todo el dolor del mundo lo intenté, pero estaba vacía, si había un sitio para morir era ese. Me senté en el final del muelle y tire el arma al río, gritando:

—¡¿Por qué no me dejas irme contigo?! ¡La muerte no significaba el final de nuestro amor!

Comencé a llorar, había perdido todo y estaba preparándome para irme del mundo en el que había crecido.

Mire al río y en el reflejo de la luna la vi, quise ignorarla, pero no pude, cómo podía ignorar tal sonrisa que me contuvo por tantos años. Sonreí con una lágrima que se posaba en la mueca de felicidad que mostraba mi cara y pregunte:

—¿Cómo sigo, como me miro a los espejos, como me acuesto en la cama si no usas tu parte? Perdón, perdón por ser un arrogante toda mi vida, perdón por no darte la atención que te mereces, perdón por no ser lo que te esperabas.

Le comencé a pegar con las pocas fuerzas que tenía al muelle, mis lágrimas cesaron o llegaron a un acuerdo con la poca cordura que me quedaba. Agarre mi cuchillo y escribí en el muelle "El enamorado de la chica". Me levanté y decidí irme antes de que decida ahogarme en sus reflejos. Estaba a punto de salir y escuché su voz:

—Hasta luego mi gran enamorado, no pierda su esencia, no deje de pensar que el mundo le tiene secretos. Siempre serás la oscuridad que complementa mi luz.

Se me cayó una lágrima y entre lloros y nostalgia dije:

—¿Por qué, porque me hablas sabiendo que así no me iré? Tengo que aceptar que lo perdí todo, que ahora ya no soy un mercenario sino un alma en duelo que se quiere ir con su amor. Me escucho y me siento un tarado, pero eso es el amor. Hasta luego amor de mi vida, ya nos veremos en recuerdos en mi cabaña, déjame ser el asesino de las montañas.

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⏰ Última actualización: Sep 11, 2022 ⏰

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Diario de un Mercenario(Capítulo 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora