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Anthea se encontraba sentada en las gradas del campus con sus botas de cuero apoyadas sobre el pasto humedo fruto del rocío de la mañana. Un cigarro a punto de morir descansaba entre sus dedos índice y corazón y en su cara pálida habían unas ojeras que no podrían siquiera taparse con capas y capas de corrector.

Estaba... Agotada. Su celo siempre solía dejar secuelas como estas, se presentaba una semana entera cada seis meses pero se convertían en los siete días más horribles de todo el año. No importaba el omega que eligiera para pasarlo o si decidía pasarlo sola, incluso si tomaba supresores, el celo siempre representaba algo inhumanamente doloroso para ella. Los sudores, la sensación de quemazón por todo su cuerpo y el sentimiento de que una parte muy importante le faltaba, como si hubiera nacido desencajada. Los doctores decían que era por las feromonas. "Tu lobo no encuentra un omega compatible con sus deseos. No encuentra unas feromonas que le satisfagan" y siempre terminaban hablando sobre las parejas destinadas y un montón de cosas en las que ella había dejado de creer hacía mucho tiempo. ¿Si existía ese destino, que ganaba haciéndola sufrir de la manera en la que lo hacía?

Después de su celo, su mente se sentía nublada incluso por un par de días más, como si su cuerpo no terminara de asimilar por lo que había pasado.

Después de dar una última calada a su cigarro moribundo, la última ceniza cayó al pasto y después le acompañó la colilla. Anthea se levantó de su asiento de concreto y pisó la colilla para apagarla.

—¡Hey! No deberías hacer eso. Es malo para las flores.

Una voz aguda le hizo levantar la cabeza y buscó con la vista de dónde provenía, chocando así con unos ojos color azul profundo. Un chico de una altura considerablemente baja vestido con ropa rosa y blanca y pulseras de colores que brillaban en sus muñecas le miraba con el ceño fruncido, evidentemente molesto. Anthea supo que no debería, pero no pudo evitar querer molestarlo más.

—¿Hacer qué? ¿Esto? — Con una sonrisa descarada apretó nuevamente con su bota el cigarro sobre el pasto, lo que hizo bufar al chico quién tenía que mirar hacia arriba para encararla.

—Que seas una alfa con perforaciones, botas altas y ropa negra no te da derecho a ser grosera.

—Que seas un omega bonito vestido como vomito de unicornio no quiere decir que puedas ser mandón.

Anthea sentía una gran necesidad de seguir discutiendo con él, tal vez porque quería desquitar toda su molestia contra alguien -quién fuera-, pero en cambio recibió una sonrisa y unas mejillas rosadas.

—¿Piensas que soy bonito?

No había sido un halago, lo había dicho con toda la intención de ofender. Ella cerró la boca, lo miró un segundo y luego se fue pasando por su lado como si nada hubiese sucedido. Iba a pretender que había sido así.

—¡Oye! — Dijo la vocecita alargando la "e" — ¿Realmente si lo piensas?

—No molestes, niño. ¿Se te perdió la guardería? No soy una nana.

—No soy un niño. Tengo veintiuno. Y eso no responde a mi pregunta.

Genial. La pulga de colores era un año mayor que ella (aunque definitivamente no lo pareciera). Ella fingió no haberlo escuchado mientras alargaba el paso, quizá así él entendía el mensaje y se iba completamente lejos. Pero no sucedió.

—Te ves enojada — Le dijo él, teniendo casi que correr para seguir su paso — Pero no te preocupes, todo estará bien. Tú también eres bonita.

Anthea paró en seco para mirarlo, pero él no logró frenar a tiempo y se cayó de cara al suelo. Ella quiso seguir su camino sin más, ese no era su problema. Pero entonces él se sentó en el suelo poniéndo una de sus pequeñas manos con las uñas pintadas de rosa sobre su nariz, impidiendo que la sangre goteara hasta el suelo.

Besos con sabor a flores y nicotina. [OmgverseHetero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora