II

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La conciencia le remordía. Cada vez que cerraba los ojos, cada vez que su cabeza se quedaba en silencio, simplemente podía ver a ese chico como si estuviera tatuado en su retina. Ojos llorosos, nariz hinchada. Su camisa rosa manchada de sangre. No podía no pensarlo, su rostro decepcionado y luego esa sonrisa que la hizo sentir como la alfa más malvada de todo el planeta. Había jodido a una persona buena, lo sabía y por eso era que se sentía tan mal. Era equivalente a encontrar un hada, tomarla por las alas y arrancarlas de un tirón: Anthea era una maldita mata hadas.

Su primer pensamiento fue "Tengo que arreglar las cosas", pero la realidad inmediatamente le abrió los ojos. No estaba en una sitcom, literalmente había hecho que el chico se cayera de cara al suelo justo después de pisar sus flores y justo antes de obligarlo a subir a su moto. Si quería compensarlo en algo, tenía que pensar en algo bueno. Tal vez lo haría anónimamente, en el silencio y la distancia, donde sólo ella pudiera percatarse de que lo había hecho y así no habría riesgos de que Keelan se lastimara de nuevo. Los dos lados ganaban. Por eso mismo debía enfocarse en sus propios asuntos justo como antes de conocerlo y evitar cualquier tipo de contacto entre ellos. Anthea se sentía incapaz de ver una cara tan sonriente bañarse en un mar de lágrimas de nuevo. Sería fácil, de todas formas no se conocían de nada.

-¡Alfa! - Exclamó a su izquierda una vocecita - ¡Hola! Sabes, sobre ayer--

Y... al parecer su plan no sería tan fácil como creía. Keelan se encontraba justo al frente suyo, balanceándose de un lado al otro y apretando algo entre sus manos que la alfa no alcanzaba a ver. Su ropa era tan rosa como el día anterior, pero Anthea no se atrevió a mirar su cara. Todavía quería evitarlo para, quizá, protegerlo de ella misma, pero si veía directamente su rostro sabía que la tarea sería mucho más difícil de realizar.

-No soy tu alfa - Respondió simplemente, volviendo a la pintura en la que había estado trabajando en el taller de arte de la facultad.

-¡Lo sé! Pero no sé tu nombre - Le dijo, tomando una silla y sentándose a su lado - Tu pañuelo tenía una "A" y tuve mucho tiempo para pensar. Tal vez "Antonieta", pero no tienes cara de Antonieta. Hmm, tal vez Andrea, pero eres muy rubia para ser una Andrea...

-No necesitas saberlo, mocoso. ¿No quedamos claros ayer en que no soy una nana?

-¡Eso no es justo! Tú sabes el mío, aunque sigas queriendo llamarme mocoso.

-Es que eso eres, Keelan - Habló exasperada, dejando de lado la pintura en la que trabajaba. ¿Por qué él no se alejaba de ella? - Ya no estoy pisando tus putas flores, no veo un sentido en que estés hablándome en este momento.

La sonrisa que antes había estado en el rostro del omega se borró lentamente y apartó la mirada de ella, apretando con insistencia el 'algo' que tenía entre sus manos.

-¿Estás enojada conmigo? - Murmuró con un nudo en la garganta por el tono que la alfa había usado. Nunca había gustado de los gritos - No quería molestarte. Yo sólo... Quería devolverte esto.

Anthea olvidó que no debía mirarlo para poder continuar siendo tan odiosa como debía ser y fue un grave error. Con sus manos repentinamente temblorosas, el muchacho le extendía el pañuelo ya limpio que le había prestado el día anterior. Pero esa no era la peor parte, lo peor era ver su rostro.

El día anterior no se había notado, pero ahora había un hematoma gigante que abarcaba casi toda la cara del omega, desde la base de su nariz hasta las bolsas de sus ojos. Si Anthea no hubiera presenciado de primera mano toda la escena que lo había causado, podía jurar y estar segura de que ese golpe tan feo había sido realmente producto de un puño macizo en su cara.

Sobraba decir que ahora se sentía muchísimo más responsable que antes. Una cosa era imaginarlo y otra muy diferente verlo frente a frente.

-Gracias por lavarlo - Dijo recibiendo el pequeño trozo de tela negro, con el estómago revuelto y sin poder dejar de mirar el hematoma - Keelan, te ves... Como la mierda.

Besos con sabor a flores y nicotina. [OmgverseHetero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora