• Primer capítulo •

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01.

Felicidad. Una palabra de 4 sílabas y 9 letras que todos buscamos. Unos la buscan en una persona, lugar, animal u objeto, valga la redundancia. Aunque también es una palabra subjetiva, algo que siempre se idealiza y que se tiende a convertir en lo opuesto a ella.

Sin embargo, este no era uno de esos momentos, más aún cuando la felicidad de aquel chico veinteañero radicaba en un objeto.

Jimin tenía entre sus manos aquel trozo de plástico del tamaño de una tarjeta de crédito como si fuera un billete de cien dólares. Su sonrisa estaba plasmada hace más de diez minutos, estático en la entrada del edificio. Sobre él se cernían varias miradas cáusticas y llenas de incredulidad que ignoraba olímpicamente.

Estaba feliz, esa era la verdad. Al fin había obtenido su licencia de conducir.

Su foto no era la mejor, podía admitir que en el futuro la vomitaría por lo ridícula que se veía, más sin embargo, en ese momento su felicidad podía más que cualquier situación vergonzosa que sufriría más adelante.

—Al fin la tengo, Taehyung —dijo por octava vez el chico de ojos pardos hacia su mejor amigo que estaba al lado suyo comiendo unas papitas—. Aun no lo proceso.

El mayor bufó y se metió otro puñado de papas a la boca. Negó con su cabeza y se puso de pie para espetar: —Juro que si vuelves a decir esa frase una vez más, llenaré tu cabeza de papas trituradas, ¿me oíste, cansón?

Jimin hizo caso omiso a la amenaza y se giró en su dirección con la emoción desbordando por sus poros. Abrazó a Taehyung con fuerza y ​​gritó: —¡Ya tengo mi licencia de conducir!

El de cabellos azules tuvo que sostenerlo y arrimarse al barandal para no caer. Formó una sonrisa penosa cuando descubrió a varias personas mirarle de vuelta con confusión y diversión.

—Me avergüenzas en estos momentos, pero debo amarte demasiado para importarme una mierda que las personas nos miren mal —comentó una vez se separaron del sofocante abrazo. Jimin seguía sonriendo con emoción. Jaló de su brazo para abordar al Hyundai Bayon aparcado en el estacionamiento del edificio.

—¿Sabes lo mucho que significa esto, Tae? ¡Es mi vida!

—Bueno, según tú, tu vida es Simba —recordó. Jimin le miró por breves segundos antes de asentir.

—Es cierto, pero este es otro pedazo de mi vida. Simba es mi hijo. —Entró al vehículo y lo encendió. Taehyung se sentó en el lado del copiloto, observando la foto del golden retriever junto a Jimin colgado en el retrovisor.

El de cabello castaño miró la misma fotografía, pero esta vez era una mirada cargada de nostalgia. Él estaba sentado en el mueble de la sala mientras el cachorro permanecía en su regazo. Su pequeña cabeza descansaba en su antebrazo izquierdo, siendo sostenido por su mano derecha.
Simba era muy pequeño cuando llegó a su vida, sólo dos meses.

Aunque había una historia detrás de aquella fotografía y aquel momento.

Jungkook, su exnovio, se lo había regalado al segundo aniversario de ser pareja. Le llamaron Simba por su pelaje llamativo igual que en la película del Rey León, la cual era su favorita.

—¿Adónde vamos, mm? —Preguntó Taehyung cuando terminó de abrochar el cinturón de seguridad. Jimin espabiló y frunció sus labios, pensando en algún lugar. Cuando se escondió, emprendió el camino sin decir nada—. No me dirás, ¿no es así?

—Prefiero que sea una sorpresa, Tae —respondió aniñado. Taehyung resopló y negó con su cabeza.

—Esto de mantenerme en la intriga no es gracioso, Jim.

𝐃𝐑𝐈𝐕𝐄𝐑'𝐒 𝐋𝐈𝐂𝐄𝐍𝐒𝐄 | 𝐤𝐨𝐨𝐤𝐦𝐢𝐧 ; 𝐯𝐦𝐢𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora