Macabro

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(  Capítulo 1 )


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La bella joven hacía su recorrido  habitual por un hermoso y amplio parque no muy lejano de su apartamento.
La azabache amaba correr sobre todo, con el aire puro de las mañanas que tanto adoraba de ese modo lograba sentir como sus pulmones tomaban todo aquel oxígeno tan puro producto de las suaves ondulaciones que producía el leve y fresco viento que golpeaba su rostro al correr.

Si esa era su rutina diaria y no solo para mantener una bonita figura sino más bien para relajarse, llevar una vida saludable y poder despejar su mente de los cotidianos problemas que conlleva la vida cuando se llega a la adultez.

Con sus característicos auriculares y un muy cómodo conjunto deportivo que solo resaltaba sus bien definidos atributos, trotaba incesantemente, respirando pausadamente mientras se concentraba en disfrutar el precioso día y lo melodioso que sonaba el cantar de las aves.

No muy lejos de ella del mismo modo corría imitando el paso de la ojiazul, un elegante hombre.
Esto se había vuelto habitual en el también, cuando una mañana de mera casualidad había decidido llevar a ese mismo parque, a su pequeña hermanita, luego de tanta insistencia por parte de la menor.

Todo esto solo había transcurrido tres meses atrás cuando a su campo visual había llegado la imágen de la irreal belleza de la joven, a quien hoy estaba persiguiendo como un león acecha a su presa bajo sumo sigilo.

Sesshomaru era un reconocido médico aunque su vida era muy reservada y mantenía un perfil sumamente bajo.
Era un hombre de muy poco diálogo y con las únicas personas que podría decirse llevaba una una relación estrecha era solamente con su familia.

Pero justo en aquel momento que su dorada mirada chocó con esos intensos zafiros.
Su mundo se puso de cabezas.

Sintió un extraño escalofrío recorrer lentamente todo su cuerpo, erizando cada bello de su piel mientras sus manos temblaban involuntariamente, cuando cedió el intermitente movimiento, comenzaron a sudar goteando como jamás en su vida le había ocurrido.
Su sangre parecía haber entrado en ebullición por el interior de sus venas, incluso podría explicar como su líquido vital se hacía espeso al momento de correr por su torrente sanguíneo.

Aquel dulce y angélical rostro se había incrustado en su mente como si fuera algún tipo de pedazo de cristal roto, cuando se adhiere a la piel de un recién cortado.

El estaba totalmente aturdido  cada espacio de su mente pasaba como en cámara lenta su bella imágen, podía detallar su cuerpo, su hegemónico rostro y los delicados movimiento que hacía su azabache y largo cabello al danzar al compás del viento, pero como inundaba su sistema ese enloquecedor y dulce aroma a vainilla y caramelo, no podría aunque quisiera describirlo con palabras.
Ella era un sueño lejano, pero para él, no existían imposibles.

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