Dos días después (+18)

Cara oscura de la luna

Me lleva la... 

Era increíble que ahora trabajaría junto al inepto de Kisaki Tetta, el mismo imbécil que me habrá matado de 3 formas distintas en un futuro. Pateé unas cuantas piedritas mientras iba de camino a casa de Takashi, es cierto que a esta hora su madre no ha regresado de trabajar en la oficina y sus hermanas siguen ahí. No voy con la total intención de discutir, solo de aclarar las cosas e irme. Fui adentrándome al barrio poco a poco, los animales nocturnos empezaban a hacer presencia con su canto, el viento frío abrazaba mi cuerpo y mis mejillas se sonrojaban. 

Caminé directo hacia la puerta, dudando un poco si de nuevo yo era demasiado insistente y egoísta como para hablar de esto, pero he pasado años callando mis sentimientos, es momento de poder liberarme un poco de los demonios de mi pasado y comenzar de cero. Decidida tomé una bocanada de aire y le di unos toques a la puerta. Esta se abrió dejándome ver a una Mana medio adormilada, el televisor encendido, Luna dormida en el sofá y unos cuantos cuadernos revueltos en la sala de estar. 

"Mana, ¿qué tal estás?", entré a casa y ella cerró la puerta, así dejando de sentir ese frío que te traspasaba los huesos. Me quité los zapatos y los dejé en la entrada, quedando en calcetines. 

"Muy bien...", respondió no muy convencida. Miró a los cuadernos esparcidos, como si esa fuese la razón por la que estaba cansada y yo tenía que adivinar su gesto. 

"Ya veo... Los exámenes finales", me puse a su altura para peinar un poco su cabello. "Te irá genial, lo primero que debes tener es confianza", aconsejé. Ella asintió mientras tallaba uno de sus ojos con su mano, estaba bastante cansada aunque por lo joven no se le veían ojeras, solo ojitos cansados. 

No me había percatado del sonido de la ducha hasta que se detuvo y segundos después la puerta del baño se abriera. 

"Mana, ¿quién vino?", era su voz... enojada. "¿Acaso no te he dicho que no abras la puerta sin decirme primero? Menos a estas horas",  regañó a la pequeña. Salió del oscuro pasillo dejándose ver con una toalla al rededor de su cintura y su cabello aún goteando agua, cuyas gotitas iban cayendo a sus hombros y se deslizaban por su abdomen. Al verme pareció relajarse. 

"Lo siento, hermano... Estoy muy cansada", habló mientras se acurrucaba al lado de su hermana menor, haber estudiado toda la tarde la había dejado cansadísima. Miramos como poco a poco se iba quedando dormida, pues sus pequeños ronquidos no tardaron en escucharse. Era una vista adorable, el televisor encendido con su programa infantil y ambas dormidas juntas. 

"Ven conmigo", Takashi se dio la vuelta sin tan siquiera saludarme correctamente, les eché un último vistazo a las chicas y lo seguí por el pasillo para dirigirnos a su habitación. Apenas entré con él, cerró la puerta con más fuerza de lo normal, a su vez me atrapó poniendo su brazo en la puerta. Ahora estaba entre su cuerpo y entre la puerta. "¿Por qué no me avisaste que vendrías?", su voz era de un tono calmado pero al mismo tiempo sonaba jodidamente autoritario y no sé si eso me calienta o me enfada. Talvez ambas. 

"¿Debería a la próxima? Lo siento", alcé ambas manos y miré al suelo, desviando mi mirada hacia sus abdominales, su piel está ligeramente brillante por el baño que se acaba de dar, hay unas cuantas pecas en sus hombros y pecho, ser tan blanco lo hace más vulnerable al sol... Y hablando de vulnerabilidad, recordé aquella vez en el cuarto de costura del instituto y lo que pasó allí dentro, sé que ambos nos quedamos con las ganas ese día. Al menos él más que yo. 

Disimulé los nervios controlando mi respiración y tragando saliva. ¡Que mierda, Lyla! Vine a hablar para aclarar las cosas y decirle como me siento. 

"Ya hemos hablado de esto antes. Eres de las personas más importantes en la pandilla y eso te hace blanco para muchos de nuestros enemigos", frunció el ceño, aclarando de nuevo algo que ya sé.