Ojos negros

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Abrí mis ojos y me miraron de vuelta. Ojos negros, muy muy negros, más oscuros que la misma oscuridad y profundos cómo abismos, cómo universos sin estrellas y sin luz. Me miraban desde el techo de mi habitación, justamente desde un pequeño orifico cuadrado con cables sueltos dónde se suponía debía ir una bombilla.

Pero allí no había luz, solo aquellos ojos negros que no dejaban de mirarme.

Escalofríos recorrieron todo mi cuerpo, y aunque sabía que eso no debía estar allí. Estaba, me miraba. No tenía cara, ni cabello, ni forma. Solo ojos negros que podían tragarlo todo. Que parecían tragarme a mí. Así que reuní todas mis fuerzas para moverme y encender la lámpara.

Los ojos negros ya no estaban, solo los cables roídos. Así que me convencí de que había sido mi traicionera y miedosa imaginación.

Pero a veces, muy pocas, los ojos negros me miran.

Y los ojos negros, me sonríen.


Cuentos de OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora