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Digamos que Harvey nunca fue el príncipe más ortodoxo de su reino,
en realidad, el nunca lo intentó.

Y ahí se encontraba él, con la ropa que utilizaba para descansar dentro del castillo, sentado sobre el césped del inmenso jardín mientras yace su espalda sobre un árbol pino, que le daba la suficiente sombra  para mantenerlo sereno.

-Pero la naturaleza permanece siempre bella...- dictaba el castaño, que al finalizar introdujo una jugosa fresa  en su boca.

No se discutía que el pasatiempo preferido del príncipe era leer poesia a solas, pero no por completo a solas, ya que se encontraba con su pequeño pardillo, un pajarito que vestía plumas coloradas y color crema, marrones y anaranjadas.

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