Parte 1 Sobrevivir

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Entre el querer y el deber.

Primera parte

Sobrevivir

Era oscura la noche en la que las sombras reinaban, y el murmullo de las hojas de los árboles meciéndose constantemente por el viento, la convertían en una noche acogedora; cuatro siluetas avanzaban en las tinieblas, como fantasmas, como espectros del anochecer, se desplazaban con sigilo y habilidad, convirtiéndose en la duda después de un parpadeo, confundiéndose con la espesura de la noche, cobijándose con el suave sonido del viento mezclado con las hojas.

A lo lejos, como algo llamativo y difícil de ignorar, se vislumbraba el fuego encendido de una fogata, las llamas rojizas contrastando con la oscuridad de los alrededores mientras intentaban escapar en vano al cielo, era producto, sin duda, de algún campamento improvisado para pasar la noche, cosa que al bosque ya no le extrañaba, se habían vuelto frecuentes en los últimos meses.

Las siluetas, enfundadas en sus largas capas oscuras, confundiéndose así con una sombra más de las que tanto reinaban en el bosque, cubrían sus cabezas con las capuchas largas y amplias ocultando su respiración lenta y profunda tras un pañuelo muy bien colocado, aguardando con paciencia, en posiciones escondidas, a que reinara el silencio que solo los animales nocturnos perturbaban con sus rondas y aleteos, observando a la distancia mas corta que se les permitía, sin ser descubiertos, los pocos movimientos que había en el campamento.

El campamento se encontraba en calma, la mayor parte de sus miembros dormía plácidamente, resguardados en algún techo improvisado que los cubría del rocío de la noche, otros charlaban alegremente alrededor de la llamativa fogata, disfrutando el agradable calor que emanaba de ella, la guardia vigilaba el bosque de media noche, mientras compartían comentarios graciosos entre ellos, que terminaban en risas bajas y ahogadas que les permitieras prestar atención a algún indicio de sospecha que pudiese despertar cualquier movimiento o ruido descomunal.

Un ambiente ameno y agradable, se podría decir que hasta pacifico, que no se comparaba en nada a la realidad de aquello que les rodeaba, y no era el bosque sino aquella situación que estaba fuera de sus manos y sin embargo los tenía atrapados entre las suyas. Cruel era sin duda esa guerra que años atrás se había desatado, se habían roto los tratados de paz y olvidado los acuerdos y juramentos de lealtad, las cadenas que ataban al monstruo que permanecía dormido estaban rotas, y después de algunos años de paz, estaba despierto, cuyo alarido hacia retumbar la tierra y reclamaba para si toda batalla y su atención respondía al nombre de: GUERRA.

Ardiente era sin duda el deseo de la bestia, pues ni la densa negrura de la noche evitaba llevar a cabo una batalla, sino al contrario, era la cortina perfecta para ocultar una emboscada. Y se alimentaba más con el deseo de los hombres, con esa poderosa hambruna de poder, de querer conquistarlo todo sin importar la sangre que se tuviera que derramar, ni aún extinguir su propia especie.

De los grillos el cantar acariciaba con suavidad apacible el ambiente que se respiraba, tenso, aguardando la batalla que pronto llegaría, iluminadas por el círculo blanquecino que acompañado de cientos de luces titilantes, adornaban el cielo.

La señal esperada llegó, y a una, las cuatro sombras se desplazaron por los árboles como agua entre las rocas, rumbo al campamento.

Los gritos y los disparos rasgaron con brusquedad el acogedor murmullo que cobijaba al bosque nocturno, varias antorchas tomadas de la fogata se movían por todo el campamento, hombres en calzoncillos corrían de un lado a otro tratando de localizar al enemigo, voces de mando se dejaban escuchar, uno a uno se veía caer a todos en el campamento, las casas de campaña se incendiaron, mientras los disparos arreciaban hiriendo accidentalmente a uno que otro del mismo grupo.

Entre el querer y el deberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora