En los últimos años en la Costa de Martinica, se ha crecido con una historia que cita sobre los predestinados, en un mundo donde el encuentro de estos es lo más común que existe. Tal historia dicta que una vez que alfa y omega que se complementan, brindan entre sí su primer beso, crecerá en el lugar donde se conocieron una flor representante de su amor.
Hyunjin desde que era un cachorro, se había visto fascinado por aquella vieja historia, todo desde que su padre le contó sobre ella. Al pequeño rubio le encantaba soñar despierto, imaginando que su futuro se viera escrito junto con su pareja predestinada y un jardín infinito que jamás marchitaría.
Por eso mismo, le agradaba pasar las tardes escabullido en el jardín protegido que se encontraba a dos casas de la suya. Solía sentarse ahí, oliendo, acariciando y cantando para el sinfín de tulipanes blancos que crecían en ese espacio.
Creía que sí cantaba y era amable con las flores, la Diosa Luna no tardaría en mandarle su alma gemela, justo como había decidido hacerlo con su padre.
Ya que para Hyunjin, la unión de sus padres era un regalo del mismísimo cielo.
Cosa que a su padre le encantaba afirmar, cada vez que terminaban de cenar e iban a sentarse juntos en la sala de estar. Con el pequeño rubio sentado en las piernas del alfa, dispuesto a escucharle hablar lo que restaba de la noche.
Soobin sin pesar, se disponía a cumplir todo capricho que el niño pedía, pues sabía perfectamente que le encantaba escuchar la historia de amor con su omega, aún sí la escuchara miles de veces y con todos los detalles aprendidos.
El alfa acariciaba con suavidad las hebras doradas del menor, canturreando la misma historia de siempre, con el niño recostado en su pecho atento a cualquier palabra.
Entonces comenzó, contando que todo sucedió cuando era un joven alfa, al cual le encantaba saltarse todas las reglas que su madre dictaba duramente — cosa que le recordaba completamente al rubio en sus piernas —; así que salía a explorar el pueblo, sin importar sí sus progenitores duraran días sin hablarle.
En uno de sus tantos días de aventura, cruzando por una tienda de velas aromáticas, conoció a un ser de luz, con el olor más atrayente que haya podido notar en toda su vida. Choi Yeonjun era el nombre del omega dueño de aquel olor a rosas y chocolate amargo.
Después de muchas noches donde se escapaban de sus casas para encontrarse, alfa y omega confesaron sus sentimientos al otro, sellando el momento íntimo con un suave beso que terminó por hacer suspirar a ambos.
Una vez que se separaron, quedaron totalmente atónitos a lo que sucedía por debajo de sus pies. Un precioso tulipán blanco floreció justo ahí, renovando el descuidado pasto que crecía en los alrededores de la tienda de velas, y envolviendo a los amantes en una burbuja reflectora de una luz blanquecina radiante.
Aquel par de enamorados se sonríeron entre sí, sabiendo perfectamente lo que la bonita flor significaba. Dieron un beso más antes de confirmar, que efectivamente eran predestinados.
Hyunjin, tal como su padre, era un pequeño muy curioso, y puede que quizá, sólo quizá, iba todos los atardeceres a dónde nacían los tulipanes blancos, en la espera de que en algún momento su otra mitad apareciera.
Ahora con diecinueve años recién cumplidos y convertido en un precioso omega, Hyunjin hacía sentado frente al bonito jardín blanquecino. Disfrutando del olor y la brisa que brindaba aquella tarde de verano.
—Veo que sigues aquí.
Hyunjin sonrió con alegría al momento que el olor a café y eucalipto inundó sus fosas nasales. Se levantó de su lugar en un salto, dispuesto a envolver a su progenitor entre sus brazos.
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campo de lavandas ━━ hyunin.
FanficCuando un par de predestinados unen sus labios por primera vez, su amor queda sellado justo en el lugar donde se conocieron, floreciendo en él un hermoso jardín que se fortalece junto con su amor. Hyunjin; un omega que desde siempre ha crecido en e...