No era la primera mañana que despertaba junto a ti. Mis oídos ya se habían deleitado antes con el somnoliento tono de tu voz, con esos ojos cristalinos y cansados que me enfocaban junto con esa maraña de nudos en tu cabeza que se asimilaban a un nido; todo eso me había parecido lindo antes. Pero ese día causó que un clavel floreciera en el interior de mi pecho.
Podías ver otras cosas, como la luz que se colaba entre las cortinas envolviendo la habitación en una atmósfera gélida; pero me estabas viendo a mi como si fuera lo más bello, ¿lo era para ti? Me pregunté. No quería moverme y me negaba a respirar, porque eso suponía que el tiempo transcurría y yo quería detenerlo, anhelaba que mi cuerpo siguiera permaneciendo a tu lado, tan unidos que no fuéramos capaces de distinguir donde iniciaba y cuál era su fin. No había un fin, quise decir, sin embargo tuvimos que separarnos a costa de nuestros verdaderos deseos.
¿Era yo o el cielo estaba más bello? Era un cambio casi ridículo si profundizaba demasiado, pero mi corazón acelerado y esa necesidad de estarte tocando constantemente estaban causando estragos en mi percepción.
Me volviste vulnerable y te adoré por eso.
Nos despedimos en una estación, me besaste reiteradas veces y estuve a punto de pedir que te quedaras. Quería que tus labios me pertenecieran. Pero soy incapaz de decir lo que pienso en voz alta, así que te fuiste.
Las horas que pasaron para volver a encontrarnos parecieron días; cuando volví a tomarte sentí que mi cuerpo brillaba igual que la luna. No teníamos planeado pasar una segunda noche juntos pero ahí estábamos, de tus dedos parecían salir chispas cada vez que tocabas mi mano. Me sentía tan segura, por primera vez en la vida sabía que pertenecía al sitio y momento correcto en el universo, comprendí esas melosas citas de libros que no solté en mi adolescencia. Dejaste escapar el humo en el interior de mi boca y fue tan íntimo, sensual y acogedor que conseguiste envolverme con cada pequeño gesto.
Te colaste por debajo de mis huesos, cada partícula que forma mi existencia solo existía por y para tí, y aún a sabiendas de que ese tipo de pensamientos resultaban egoístas e incluso extremistas, yo estaba volviéndome adicta a sentirme tuya; incluso cuando sé que soy una mujer libre.
Yo era tan libre a tu lado.
¿Te gusto tanto como tú a mi? Quería escucharlo pero tu sola mirada me daba la respuesta, tus labios no pronunciaban las palabras pero me besaban como si las sintieras.
Si, si, si, si. No dejabas de repetirlo en cada beso y sentí que mi corazón atravesaría mis costillas hasta dejar un hueco en mi pecho. Milagrosamente se mantuvo ahí, incluso cuando me volviste a llevar a la cama y conseguí arrancarte los sonidos más dulces que alguna vez había escuchado.
El sueño llegó demasiado pronto, lo único que hizo que no me negara a él fue saber que a la siguiente mañana lo primero que vería al despertar serían esos dulces ojos.
No sabes lo enloquecida que estoy por ellos.
—Buenas noches.
Fue lo último que escuché antes de desaparecer del plano físico para unirme a ti en mis sueños.
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Oh, Dear diary
Short StoryOh, querido diario, conocí a un chico: Hizo que mi corazón de muñeca se iluminara de alegría. Oh, querido diario, nos desmoronamos...