1.- El Número de La Suerte

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Oscuridad, frío, humedad y silencio.

Éso era todo lo que Marcy veía, sentía, y oía en aquél momento.

- ¿Hola? - Vocifera después de unos buenos minutos de silencio.

Pero, como era de esperarse, no recibió respuesta algúna.

Optó por símplemente sentarse y mirar hacia la nada. No era la primera vez que le pasaba ésto, claro que no lo era. Había pasado por esto muchas veces antes, pero aún así seguía siendo extraño y perturbador para una adolescente de trece años.

La primera vez que había pasado por ésto había sido cuatro años antes, más específicamente en su cumpleaños número nueve.

No le gustaba recordarlo. Cuando lo hacía, su estómago dolía y la cabeza le daba vueltas.

Hace un tiempo comenzó a ocurrir que cuando lo recordaba, o intentaba hacerlo, empezaba a sudar, a temblar, y a llorar. Esto sumado a los síntomas anteriores, lo convertía en algo insoportable para la pequeña.

Repentinamente, un estruendoso ruido hace presencia en la oscuridad sacando de sus pensamientos a la taiwandesa y llamando su atención. Fue un milagro, porque comenzaba a sentirse mal con aquellos recuerdos.

Veloz e ilusa, se pone de pie y mira a su alrededor entrecerrando los ojos con la esperanza de poder ver en la oscuridad como alguno de sus héroes favoritos de los comics que suele leer.

Lamentablemente, eso es imposible y en lugar de poder ver algo, comienza a sentir un insoportable dolor en el estómago que la doblega y la obliga a caer al suelo.

En todo el tiempo que llevaba sufriendo esto, nunca le había sucedido nada parecido. No tenía sentido, ¿por qué le comenzaba a doler el estómago de repente? ¿"Acaso he ingerido algo que me ha hecho mal"? Se cuestionó mentalmente Marcy mientras intentaba ponerse de pie otra vez.

"Pero eso no tendría sentido alguno". Pensó. "No he comido mucho últimamente, y no recuerdo haber ingerido algo dañino para mi salud". Siguió distraída en sus pensamientos olvidando por completo donde estaba e ignorando por completo el dolor en su torso.

Cuándo finalmente pudo levantarse de nuevo se sacudió el polvo inexistente de la ropa y al bajar la mirada, se percató de que traía puesto su uniforme escolar deportivo.

- ¿El uniforme...? - Murmuró extrañada.

Nuevamente, la sacaron de sus pensamientos violentamente. Pero esta vez no fue un sonido metálico como antes, sino unas risas. Unas risas muy, muy escalofriantes que le pusieron la piel de gallina y la hicieron sudar frío.

- H-Hey... Hola, extrañas risas aterradoras. - Rió nerviosamente y aprovechó para buscar la navaja que siempre llevaba consigo en los bolsillos de la sudadera por seguridad propia, pero sus sudorosas y temblorosas manos sumadas a su torpeza se lo pusieron muy difícil.

Las risas no se detuvieron. Al contrario, incrementaron significativamente poniendo aun más nerviosa a la azabache.

Cuándo por fin tuvo la arma en mano presionó el botón para sacar la cuchilla, pero al estár tan distraída mirando a los alrededores, no se percató de que había sujetado la navaja incorrectamente, terminando así con un corte mediano en la mano izquierda.

- ¡Ay! - Chilló al sentir el ardor y lanzó el arma hacia la nada como acto reflejo. - ¡No! ¡Mi navaja...! - Se lamentó, pero algo en la oscuridad llamó su atención y tanto su dolor como su angustia desaparecieron al mismo tiempo de inmediato, quedando completamente hipnotizada al presenciar a aquella extraña figura frente a sus ojos.

No era muy alta, medía exáctamente lo mismo que ella, pero unas extrañas extensiones le hacían verse más alto. Acompañando las extensiones, tenía un casco en la cabeza y lucía una extraña armadura metálica de color negro y morado oscuro con una pequeña figura anaranjada/rojiza en el pecho. También traía puesta una capa negra por el exterior y roja por el interior. Tanto aterrada como curiosa, Desvió la mirada a lo que se suponía que era la cara de esa cosa y se encontró con tres ojos más grandes en comparación a los otros que tenían un color anaranjado/rojizo. Sus cortos cabellos negros sobresalían por debajo del casco y se notaban un poco despeinados. Jugaba con un dado en la mano izquierda y estaba sentada en un llamativo trono color rojo y negro. Si Regina tenía que describir a esa cosa con palabras, la resumiría como "Extraña, curiosa, aterradora, y extravagante".

Repentinamente, el ser sonrió mostrando así los colmillos y llamando aún más la atención de la asiática.

- Hola, corazón.

Pero ni siquiera le dió tiempo para responder a su cordial saludo cuando lanzó el dado a los pies de Marcy, alertando a la taiwandesa y provocando que retroceda de un brinco como un gato asustado.

Después de unos segundos de silencio y tensión, la extraña se levantó aún manteniendo su perturbadora sonrisa y comenzó a caminar rumbo a la adolescente, alarmandola.

Marcy retrocedió lentamente de espaldas, pero a los pocos pasos una pared igual de oscura que todo el lugar le frenó el paso. No tenía escapatoria. Estaba acorralada.

"Aunque... Esa cosa aún está un poco lejos de mí, le faltan unos buenos pasos para alcanzarme, ¡puedo planear algo!" Pensó y se animó, pero cualquier plan que hubiera creado su ingeniosa mente se vió interrumpido porque los pasos de la creatura se detuvieron justo donde ella estaba parada hace unos pocos segundos.

- ¿Q-Qué hace? - Preguntó, pero no recibió ningúna respuesta de la cosa extraña más que un silencio sepulcral. Ya no sonreía cómo antes. De hecho, ya no lo hacía.

La "persona" desconocida sólo miraba en dirección al suelo, o más especificamente, en dirección al dado sin prestar atención a nada ni nadie a su alrededor. Marcy pensó en aprovechar eso para tomarle desprevenido y atraparlo, pero antes de poder hacer nada, el ser habló.

- Siete.

Pronuncia a la vez que recoge el dado con la mano derecha y chasquea los dedos con la izquierda.

La adolescente se extrañó por eso, pero el insoportable dolor en su estómago y el mareo que comenzó a sentir le obligó a bajar la vista, aferrarse a su estómago con fuerza, y caer al suelo. De nuevo.

Todo estaba borroso, no sabía si era por las lágrimas de dolor e impotencia que se habían acumulado en sus ojos, por el mareo que sentía, por el fuerte dolor de su estómago, por la confusión que le provocó aquel ser, o por todo lo anterior junto.

Lo último que vió, sintió, y oyó antes de perder el conocimiento, fueron los pies del extraño ser ir en su dirección a paso lento y sus dedos cerrándole con suavidad los ojos a la vez que le susurraba:

- Te tocó el siete, el número de la suerte.



































K me ahorque la hormiga 💪

Torpe | Marcanne.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora