El hombre de la habitación.

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—¡¡Quiero irme de aquí!!— dijo un tipo al cuál apodaban "El flacucho".
—¿Y porque no lo haces?-—le preguntó un hombre con apariencia siniestra.
—Porque estoy encerrado en este lugar.-—le contesto triste.
—¿Porque estás encerrado aquí?— le cuestiono el mismo hombre.
—No lo sé, unos tipos fueron a mi casa y me trajeron a este lugar a la fuerza.— le contó.
—¿Cómo eran esos hombres?— le interrogó el hombre.
—Tenían una túnica blanca y recuerdo que atrás de ellos había un hombre con una bata como de doctor.— le comentó mientras recordaba todo lo que había pasado.
—Que raro, ¿tú estás enfermo?— le pregunto algo confuso.
—No, yo nunca me he enfermado, desde pequeño soy una persona muy saludable.— le contesto seguro de sus palabras.
—¿Y que piensas hacer para irte de aquí?— le cuestiono intrigado.
—No lo sé, pero yo no quiero seguir aquí— dijo triste.
—Si quieres te puedo ayudar— le dijo el hombre sonriendo.
—¿Encerio, cómo me puedes ayudar?— le preguntó a el hombre muy curioso.
—Ves ese cable que hay en el techo, agárralo.— le dijo señalando con su dedo al cable.
—Pero yo no lo puedo alcanzar, está muy alto— se quejo.
—No importa que esté alto, tienes que agarrarlo, luego me lo vas a agradecer— le dijo mirándolo fijamente.
—Esta bien, intentaré alcanzarlo.— le contesto. Luego de muchos esfuerzos consiguió agarrar el cable.
—¿Que hago con este cable ahora?— le pregunto intentando descifrar en su mirada lo que le diría.
—Ponelo en tu cuello y ahorcate con el.— le dijo tranquilamente.
—¿¿Acaso quieres que me mate??— le pregunto atónito.
—Exacto, esa es la única manera de poder ser libre, de no sufrir nunca más y de por primera vez ser feliz.— le contestó con excentricidad en sus palabras.
—¡¡Pero yo no puedo hacer eso!!— le contesto casi gritando.
—Si no lo haces tú, lo haré yo, tu decides.—
—Si es la única manera para poder ser libre, lo haré.— dijo con firmeza.

Coloco el cable en su cuello y utilizo toda su fuerza posible para poder lograr su objetivo, el hombre a su lado lo miraba con una sonrisa de oreja a oreja mientras lo alentaba a utilizar más fuerza. De repente la puerta se abrió y empezaron a entrar los hombres que minutos antes el flacucho había descrito, algunos de ellos tenían jeringas en las manos y detrás de ellos había dos doctores que miraban atentamente la situación.
—¡¡Paciente con esquizofrenia paranoide intenta matarse, por favor traigan refuerzos!!.— comunicó uno de los enfermeros por un walkie-talkie que traía consigo.
Ernesto González apodado el flacucho era un hombre con esquizofrenia paranoide la cuál era bastante grave, su salud mental estaba tan deteriorada que había provocado que Ernesto matara a un par de personas afirmando que lo había hecho porque unas voces le obligaban a hacerlo. Cuando el centro psiquiátrico descubrió que era él el asesino de todas esas personas decidieron hospitalizarlo para poder tratar su enfermedad, pero un día un guardia de seguridad que andaba por el pasillo dónde se encontraba la habitación de Ernesto empezó a escuchar una voz que provenía de la habitación de Ernesto y decidió informar rápidamente a los enfermos que se encontraban cerca. Cuando entraron a la habitación se encontraron a Ernesto intentandose matar mientras le decía algo a un ser inexistente al parecer, él fue medicado inmediatamente pero no lo pudieron controlar muy bien porque una semana después cuando un enfermero entro a la habitación de Ernesto para darle el almuerzo se encontró con la perturbadora imagen de Ernesto tirado en el piso, muerto.
Las biopsias detectaron que él había muerto por un paro cardíaco, a Ernesto lo enterraron poco tiempo después, pero algunos aseguraban que el fantasma de Ernesto a veces aparecía en dónde anteriormente había sido su habitación y se lo escuchaba hablar con alguien y suplicaba desesperadamente su libertad.

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