Estábamos viajando a un pueblo, no recuerdo cómo se llama pero da igual. Nos encontrábamos atravesando el desierto de Ástatos, la arena roja me secaba la boca, el aire caliente me hacía sentir como si no respirase realmente, el sol abrasante me hipnotizaba con su luz, para colmo solo teníamos un caballo, pero él lo usaba para cargar las cosas. Él me decía, esto te va a "endurecer", pero yo solo siento que me derrito. Todas estas sensaciones me permitían divagar en mis pensamientos. ¿Cómo es que este sujeto podía aguantar esto solo, y con esa armadura siempre puesta?, En fin, veníamos de visitar a mis padres, o más bien a mi hermano, es el único que me importa en aquel montañoso pueblo de poca monta. Siempre odié a mis padres, que me despreciaron hasta tal punto que no vacilaron el día en que un sujeto tocó la puerta para comprarme por diez míseras monedas de oro. El sujeto más lúgubre y extravagante que habría podido imaginar, una armadura dorada y decadente que sin embargo conservaba su grandeza, cubría a un contrastante sujeto, pelo largo canoso y despeinado, una barba inmensa que sobresalía de los bordes y la visera del casco, y un olor a podredumbre que recuerdo con temor emanaba aquella armadura de oro, y eso que en aquellos días trabajaba en la granja de mis padres. Parecía que ese sujeto no había salido de allí mismo en mucho tiempo, resonaba en mi cabeza la imagen de un loco, pero, ¿Por qué un loco tendría tal objeto de tantísimo valor?, Tal vez era un noble de inmensas riquezas... O eso pensé, para mi mala suerte no resultó ser tan... Rico. En fin, eso fue hace como dos años más o menos. Ahora nos conocemos un tanto mejor, él se dedica a matar demonios, no me dijo explícitamente el porqué de tal profesión pero recuerdo que era por venganza o algo así.
El pueblo donde vive mi hermano se llama Caesium, y al que nos dirigimos es Osmíos, nuevo pueblo en el borde del desierto de Ástatos, viajamos allí porque Ludwig contactó con un amigo o familiar, no lo sé, la verdad es que no me informó muy bien... Nunca lo hace de hecho. En fin, le dijeron que nos esperaba en el renovado pueblo con estadía y trabajos a cambio de solucionar un problema... Y que algo severamente malo está pasando. Lo sé porque pude leer un poco, a escondidas, la carta que le enviaron, muy linda letra por cierto, bastante dedicada.Nos encaminamos por el medio del maldito desierto, sin miedo a perdernos, sin miedo a que nos ataque algún animal o criatura, la verdad no sé en qué locura estaba pensando al permitir tal acto de ineptitud, podríamos haber ido por cada asentamiento hasta llegar a Osmíos, pero por temas de velocidad Ludwig optó por traspasar todo el desierto como un desquiciado, y así es como aquí me encuentro, perdido en un desierto de mal agüero con un loco y también...
«¿Que sucedió?, ¿Dónde estoy?» pensé, solo sabía que estaba en una casa de piedra, más allá de eso nada, de repente unos pasos lentos pero constantes resonaban en la oscura habitación, apenas iluminada por una vela semi consumida. Cuando la corta caminata acabó se hizo presente el ruido de un monto de llaves intentando abrir la puerta, instintivamente me tapé hasta el cuello y simulé estar dormido.
-Niño, ¿Ya despertaste? -dijo una voz dulce y anciana detrás de la puerta de madera.
La supuesta anciana entró y se dirigió a mí.
-Argos, tu padre está muy preocupado por ti -comentó la anciana sacudiéndome levemente.
-Él no es mi padre -dije a secas, recostado de lado.
-Sabía que estabas despierto, y lo lamento, solo asumí que era tu padre, ese tipo solo nos dijo que te llamabas Argos y que te habías desmayado, nada más.
-Si, así es él.
-No se que esperaba al traerte aquí pero te atendimos lo mejor que pudimos.
-Se lo agradezco mucho. Por cierto, en dónde nos encontramos en este momento.
-Estás en la iglesia de Aurum, en Osmíos.
«Así que me trajo hasta aquí él solo».
En el momento en que escucho una tierna y femenina voz llamándome, "Argos", me siento en mi lugar viendo al frente, hacia la puerta, y quedo embelesado por una silueta con curvas un tanto pronunciadas, hasta que la luz de la vela iluminó por completo su ser dejando a la vista su belleza. Pelo largo y rubio, unos ojos azules que contrastaban con su tez blanca, a la vez que un traje negro de monja lograba resaltar sus partes expuestas. La mujer se aproximó a paso raudo a través del pasillo.
-Veo que ya despertaste -dijo la mujer parada bajo el marco de la puerta con animada voz.
En el momento en que se posó allí, inundó la pequeña habitación una fragancia exquisita qué nunca había olido.
-No podía esperar a conocerte -comentó la desconocida mujer-. Ludwig me dijo que esperase, que tenías que descansar, pero no pude aguantar.
-Y dime, ¿Quién eres?
-Soy la hermana Elizabeth, amiga de tu padre, y ella es la monja Carmine.
-Muy bien, soy Argos, esclavo de tiempo completo.
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Lágrimas Diablas
FantasiSe suponía que iba a ser solo otro demonio más. Pero esa cosa... Esa cosa era algo que en todos mis años de cazador, nunca antes había visto, cosa que no es mucho decir. Pero cuando él puso esa mirada, fue suficiente para saber que aquella cosa que...