Capítulo 3

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Los libros que a Adeline le gustaban eran mayormente los que estaban llenos de dibujos. Hace mucho que no leía un libro que solo contenía palabras, o en su mayoría palabras, porque la estresaban mucho. Decían tantas cosas y tenía que pensar tanto que la mente de ella explotaba luego de una página.

Viendo una revista de cebras sobre la cama, pensó en lo suave que sería tocar el pelaje de una. En algún sitio del libro indicó que eran blancas y negras. Adeline examinó con cuidado a cada cebra, pensando si eran blancas con rayas negras o negras con rayas blancas.

—¿En serio las quieres acariciar? —Preguntó la voz.

—Sí —Respondió Adeline con felicidad.

—¿Dónde las quieres tocar?

—Aquí —Apuntó a la cresta—. Parece suave y divertido.

—¿Y si no le gusta?

—Entonces no lo haré...

—¿Y si solo le gusta que la acaricien por las rayas negras?

—Lo haré —Respondió Adeline ansiosa.

—¿Y si las rayas eran blancas y el color de la cebra era negra?

Adeline cerró el libro y con una mano apretó su cabeza. Dejó la revista bajo el montón de ropa que simulaba una almohada y vio un cuaderno viejo con una portada muy desgastada. A penas se leía en ella: "Para Adeline"

—¿Aún no has revisado ese librito secreto? —Preguntó la voz, parecía reírse de ella con cada palabra.

—No, aquí dice solo en momentos especiales. Aquí, mira —Dijo señalando la parte inferior del cuaderno.

—¿Cuándo será un momento especial?

Adeline se encogió de hombros.

—Puede ser ahora, ¿Y si ahora es un momento especial?

—No... No creo, no lo es —Dijo Adeline, cubriendo el cuaderno con la ropa—. Ahora es el momento de tomar mis medicamentos de la mañana.

Se levantó y estiró los brazos, caminó hasta el baño que se encontraba en la pared inversa a la cama, abrió la puerta y fue hasta el lavamanos, miró uno a uno las cajas con las píldoras que debía tomar. Cuatro en total. Habían más empaques al lado, la mayoría vacíos y con telarañas. No le gustaba molestar a las arañas.

—¿Vas a tomar esas... Cosas? —Preguntó, haciendo sonidos de que vomitó.

—Sí, ayer no lo hice y mira lo que sucedió —Susurró Adeline con mucha pena, mirando sus sandalias—. Solo son... Estas de aquí.

Agarró un frasquito y sacó la pildora. Levantó la vista y miró el reflejo de la pastilla.

—¡Puaj! Eso es asqueroso, ¿No ves el color que tiene?

—Lo veo... Pero debo tomarlo... —Dijo Adeline muy insegura. La píldora tembló mucho. Pero las píldoras no temblaban, era ella la que lo hacía. Retrocedió un poco y bajó la mano.

—Sí, tu cuerpo sabe que no tienes que tomar ese remedio, es malo para ti.

Aún debía tomar tres píldoras más y cada una sería más tortuosa que la anterior, pero ni siquiera había tomado la que tenía en la mano, eran cuatro ahora en su mente.

—¡Cállate, cállate, cállate! —Gritó, abriendo los frasquito y sacando una, en el tercero dos, píldoras y las tomó todas juntas. La voz cayó.

Ella suspiró. Cerró los frasquito y volvió a la cama. Miró al techo, contando cuántas tejas cubrían la habitación. Perdió la cuenta luego de un minuto y volvió a contar desde el principio. En un momento, la voz había vuelto ya que la voz nunca la dejaba por mucho tiempo.

La Culpa & El Perdón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora