Erscheinung

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   Despertaste en tu vieja casa en Nibelheim. Nada había pasado. Tus pertenencias, tus amigos, tus vecinos y tus padres estaban allí. Tu madre cocinaba una de sus famosas sopas mientras que tu padre aún no llegaba de trabajar en la construcción del reactor del monte Nibel.

   —¿Mamá...?—Preguntaste desde tu habitación.

   Poco segundos más tarde una mujer se asomó por la puerta.

   —¿Si?

   —¿La cena está lista? —No supiste por qué esa era la frase que salió de tu boca en vez de preguntarle qué rayos hacía allí.

   —Por supuesto. Baja—Y te sonrió.

   Las escaleras se sintieron frías, cuando llegaste al primer escalón de abajo, todas las luces del lugar se apagaron.

   Con ambos pies en el suelo caminaste hasta la cocina sólo para darte cuenta que seguía igual de vacía como lo había estado por años.

  Suspiraste dejando escapar el aire entrecortadamente, creyendo que llorarías cuando escuchaste una risa detrás de ti.

   Rápidamente te giraste, pero como era de esperarse, allí no había nadie.

   Otra vez aquella risa.

   Y sólo en ese momento te diste cuenta que el sonido provenía de...¿tu mente?

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   Extrañamente, mucha gente comenzaba a llegar al lugar para alojarse. Hombres, mujeres y niños de comportamiento bastante peculiar, pero gracias a ello, el hostal del pueblo se estaba llenando. La hija del dueño te pidió ayudar con un par de tareas, y tú, al encontrarte sin mucho que hacer durante esos días, desde que tu "visitante" ya no había aparecido, accediste. Serviría como una forma de despejar tu mente.

   —Necesito que tomes el nombre de los inquilinos ¿vale? —Dijo la muchacha— Detrás de ti están las llaves de las habitaciones disponibles. Iré a acomodar a los que ya pagaron.

   Primero llegó una mujer. Su lento andar llamó tu atención.

   —...Habitación...—Dijo.

   —Claro. ¿Su nombre? —Preguntaste con una sonrisa.

   —......

   Permanecieron en silencio lo que pareció una eternidad.

   —...Jenova—Dijo, finalmente.

   —¿Disculpe? —Sin poder controlarlo, la mano que sostenía la llave para la nueva habitación comenzó a templar.

   —...Johana...—Volvió a repetir, esta vez con un nombre distinto.

   Suspiraste aliviada.

   —Perfecto, muchas gracias—Anotaste su nombre, habitación y entregaste la llave.

   Casi de inmediato después, un hombre y un niño entraron, de la misma forma que lo había hecho la mujer.

   —Buenos días. ¿Me puede indicar su nombre? —Preguntaste de una vez, para no tener que esperar como lo habías hecho antes.

   —...

   —...

   —...Sephi......

   Dejaste de respirar en ese momento.

   —...Sebastian... y... Hector....

   —B-bien. Aquí tienen— Le entregaste sus llaves y les viste marchar escalera arriba.

Ecos (SephirothxReader) (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora