Capítulo I.

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   El sol de esa mañana naciente pica con intensidad sobre su desnuda espalda que se asomaba entre el montón de sábanas blancas, esa que se torna dorada por las horas que lleva debajo de los rayos ultravioletas que no parecen tener piedad alguna con él y que se va haciendo cada vez más insoportable hasta el punto en el que podría ocasionarle una insolación. Quizás hasta seguiría un rato más en cama pero unos incesantes pasos que provienen de afuera de su piso lo despertaron.

   Quiere levantarse pero de tan solo pensarlo ya le ha dado mucha pereza. No estaba en sus planes levantarse de su querida cama ese día, así como no lo estaban los otros días pasados y los siguientes y quizá, los futuros. Él de verdad quería seguir durmiendo hasta por lo menos un siglo más porque realmente el nuevo día que estaba comenzando poco le importaba porque para él, los días eran cada vez menos de interesantes así, como su patética existencia.

   En algún punto la tristeza llegó a consumirlo tanto, que hasta los recuerdos alegres se volvieron tristes. Hasta se había alejado un poco de sus amigos y familia solo para estar entre la soledad de sus cuatro paredes. Los show que hacían, gracias a que él tenía una pequeña banda dónde tocaba con sus amigos dejaron de ser frecuentes por el momento en el que atravesaba. Y las personas pudieron entenderlo, claro, hasta cierto punto.

   Hace no más de dos meses, terminó lo que parecía ser una hermosa relación con la que creía el amor de su vida y que, inclusive, se veía hasta casado con ella y teniendo unos hermosos niños jugando y correteando por toda la casa con risas y sueños que alcanzar. Aunque ya no será así.

   La suciedad, por otro lado, era tan evidente en su habitación que un roedor salió de allí por el frente de la puerta victorioso con un pedazo de comida putrefacta. No solo allí predominaba, había mucho más en todo los rincones de la casa pero poco le importaba ya que estaba tan agotado mentalmente que su único deseo era estar acostado escuchando solo canciones tristes porque eso era lo único que quería hacer.

   Hasta hace un momento, aparentemente todo parecía ir bien y, seguiría siendo así, de no ser porque entrepitosamente la puerta se abrió mostrando a dos hombres entrar que cuando lo vieron lo observaron casi que con lástima.

— ¡Pero coño vale! ¿Qué es lo que pasa? —exclama Andrés, que más por la intromisión lo hizo por la manera en cómo habían entrado a su habitación, lanzando su puerta al paso. «Así que eran ellos lo que correteaban por el pasillo...»

— Casi que no te reconozco hermano... —susurró su mejor amigo y acercándose se sentó a un lado del refunfuñante muchacho.

— ¿Qué hacen aquí, Agustín y Luis? ¿Y cómo entraron? —les preguntó a los dos con expresión acusatoria. Resumiéndolo de esta manera: Agustín se volvió su mejor amigo desde que había llegado a México, y él junto a Luis, iniciaron lo que sería el comienzo de una linda y tierna amistad que los llevó a formar una banda que recorría el país y a veces el resto de los otros. Ambos eran buenos muchachos y pese a que les tenía un gran cariño y se alegraba de verlos, no lo demostraría porque no era conveniente hacerlo, no ahora. Por mero orgullo—. Pudieron llamar, saben.

— Lo hicimos pero ni tomaste en cuenta tu celular. Además, tengo la llave que tú mismo me dejaste para venir cuando quisiese —respondió Agustín, con simpleza, lo que hizo molestar un poco a Andrés.

— Están locos.

— Locos, no. Pero sí preocupados. Estuvimos tratando de comunicarnos contigo casi todo el fin de semana y tú nada que dabas señales de vida —se quejó Luis.

— Ah. Así que eras ustedes quiénes llamaban... —preguntó desinteresado. Pensando seriamente en cambiar su número de teléfono para que dejarán de molestarlo.

Ojos marrones ✦ yatrasso au!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora