¡El instituto es una mierda!

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19 de septiembre.

Nubes opacando el sol, que se cuela por donde puede por esos huecos que las esponjosas nubes no pueden tapar. Coches corriendo por la dura carretera a la vez que contaminan poco a poco más a este cruel mundo.

Los pocos rayos que entraban por la ventana alumbraban a duras penas la habitación de una joven adolescente, que no puede escuchar los irritantes chillidos de la alarma, la cual se queda sin voz en el intento desesperado de despertar a la dueña de dicho reloj.

Una mujer furiosa, alta a la vez que esbelta, de piel tostada como el pan de los domingos por las mañanas, y un moño alto bien atado, entra en la habitación de nuestra joven sorda a recriminarle el que no se levante.

-¡Apaga la puñetera alarma y levántate!-

Siempre gritando de madrugada, pensó una adormilada Lexie.

-No quiero- tentó a la muerte la adolescente que reposaba entre las sábanas, mas la repuesta de una enfurecida madre no se hizo esperar, y entre gritos y amenazas la joven se levantó tallándose los ojos.

-Y date prisa que hoy vas al colegio caminando-

- ¿Cómo así mami? -

-Como que no me da la vida para llevarte al colegio e ir a trabajar-

-Phejomhamji- se quejo Lexie mordiendo un pan tostado que había en un plato.

-No te entiendo una mierda, pero me tengo que ir.- Gritaba la adulta desde el recibidor de la puerta.- Ten un buen día e importante ¡No llegues tarde!

Nuestra joven protagonista se quedo ensimismada mirando hacia el pasillo que llevaba al recibidor, después de cinco minutos empanada, se levanto de la mesa y se dirigió al cuarto de baño para arreglarse y hacer algo con su aspecto de "gremlin" atropellado.

Cuando estuvo lista bajo hacia la entrada de su casa. Se miro en el espejo que tenían en el recibidor; el uniforme del colegio consistía en un polo blanco con el logo del colegio a la izquierda, una falda plisada con cuadros de color blanco y rojo vino cubiertas por unas finas líneas negras desordenadas, un jersey azul marino que pasaba rotundamente de llevar al colegio, unos calcetines hasta la rodilla, y unos zapatos tipo náuticos azul marino. Se toco su anaranjado pelo para mover un mechón que le tapaba su morena piel y ponerse una horquilla, odiaba tener el pelo en la cara, decía que no le dejaba ver bien.

Ya lista del todo, cogió sus llaves del cuenco del recibidor, y se las metió en la mochila, la cual luego se llevo a la espalda. Cogió aire y después de salir de su hogar, se encaminó hacía su nuevo colegio.

***

Me cago en mi madre.

¿Qué le costaba acercarme al colegio? Ahora me duelen todos los pies por los putos zapatos. 

Cuando por fin vi el enorme campus del colegio rodeado por arizónicas, suspire aliviada, ¿sabes lo puto lejos que esta mi casa de este sitio?

En fin, toca entrar.

Pase por la puerta llena de mocosos y de padre despidiéndose de sus hijos como si fuera la última vez que los veían. Ugh, pensé que eso eran cosas del primer día, no de la tercera semana. Cuando pude esquivar a todos los niñatos me quede petrificada de lo jodidamente monstruoso que era ese sitio. Tiene una enorme pradera, y varios edificios de no más de dos plantas, todos de ladrillos. Desde lo lejos se puede ver un no tan pequeño parque infantil, hasta ahí llega mi vista, ¡Pero que hay más! Pobre arquitecto que tuvo que diseñar esto. 

Vi a una señora que tenia cara de no haber cagado en un mes acercándose a mi. Tengo miedo.

-Perdona, nunca te había visto por aquí, ¿Eres nueva?- No, soy un espía nacional que viene a dominar el mundo, no te jode.

¿Hormonas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora