Parte 1 : Carta para un desvelado

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IMAGEN: Afiche oficial , una alegoría de la independencia de Chile para conmemorar el centenario de la nación.

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—No todos los años cumples cien años...—Murmuró para sí la nación, por primera vez, centenaria.

Desde su ventana pudo ver una luna casi llena, tan brillante como sus esperanzas para el futuro y a la vez tan grande como sus preocupaciones.

Pronto celebraría su primer centenario y Chile estaba muy nervioso, tan nervioso que le costaba conciliar el sueño desde que terminó agosto. Nunca imaginó lo importante que se volvería el mes de septiembre para su inmortal vida, ni durante ese 1910 ni los años futuros.

—...Cien años, voy a cumplir cien años. ¡Apenas me veo como un chiquillo de dieciséis y voy a cumplir cien años! —exclamó revolviéndose el cabello.

Cuando declaró su independencia de España pensó que esa sería la más grande de sus victorias. Que a partir de allí sería una nación como los europeos o los asiáticos y que lo tratarían, a él y al resto de sus hermanos, como iguales ante el mundo. Debería pasar por un largo camino de adaptación y estabilidad antes de ser un estado consolidado, y los problemas no cesaron por el hecho de poseer símbolos propios y un acta de independencia. José Manuel debía asumir las responsabilidades de ser un país por su propia cuenta.

En un camino de cien años vivió muchas experiencias: Se enamoró de humanos y naciones, libró sangrientas batallas en contra de otros y de sí mismo, perdió amigos y ganó aliados, hubo de vender su propia integridad a cambio de solvencia económica. En el último tiempo había sentido que colocaba sus valores morales y la necesidad del progreso en una balanza injusta pero necesaria:

"El salitre ha traído gran estabilidad al país, en unos años seremos como Francia o Inglaterra"

"Unos pocos amasan gran fortuna con el oro blanco mientras que a los muchos se les pagan con fichas canjeables por mezquina mercadería"

"Hemos logrado instalar un sistema de alcantarillado e iluminación eléctrica en las calles ¡La calidad de vida mejorará indiscutiblemente!"

"¿Acaso ya has olvidado la matanza de esos cientos de trabajadores en la Escuela Santa María?"

"¡Viva el progreso! hemos logrado construir un moderno ferrocarril que conecta a los océanos Atlántico y Pacífico"

"El elevado impuesto a la carne Argentina tan solo beneficia a los ricachones locales y al monopolio de sus ganaderías"

Historia antigua y a la vez tan conocida en la actualidad, José Manuel ha escuchado estas ambivalentes voces en su cabeza desde que empezó a ser una nación. El país se ha encogido en su cama, se ha tapado los oídos y ha rechinado los dientes desde hace cientos de años y esa madrugada no fue la excepción.

—¡No puedo dormir! —gritó desesperado, dando furiosas patadas que lo despojaron de su ropa de cama.

Se sentó en el borde de la cama y encendió su lámpara eléctrica, un lujo tecnológico que le encantaba; Al extremo de quedarse largos minutos mirando la ampolleta y su radiante filamento de tungsteno.

—Don Pedro hizo lo mejor que pudo, pero no fue suficiente...—murmuró mirando la luz mientras se secaba las lágrimas que asomaban por sus mejillas.

José Manuel lamentaba mucho la pérdida de Pedro Montt, un presidente que asumió al poco tiempo después de haber ocurrido el terremoto de 1906, un sismo tan devastador que destruyó casi por completo a una de las ciudades más prósperas de la joven nación. La ciudad portuaria de Valparaíso simplemente colapsó a causa del fuerte sismo, y no solo eso, Montt también debió enfrentarse a una revolución de los trabajadores del salitre que buscaban condiciones de trabajo mas dignas, una protesta que concluyó de la peor forma posible.

No todos los años cumples 100 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora