La pequeña TV estaba encendida, trasmitían las noticias del día entre las cuales se reportaba otra muerte sospechosa.
A Bea se le hizo un nudo en la garganta y su estómago fue invadido por un repentino cosquilleo similar a nervios, conocía a la víctima.
De hecho, le eran familiares aquellas cinco personas que en menos de un mes habían sido sacrificadas.
Sabía que no eran coincidencias, detrás de todo eso debía haber algo más grande pero no se atrevía a establecer un patrón.
Nadie se lo había pedido, nadie pagaría por ello.Eran pasadas las 7:00 pm y aunque acostumbraba a cerrar la tiendita a media noche, aquellas noticias habían perturbado su mente.
Negándose a intervenir se marchó a casa, pasó antes por una cafetería cercana que le hacía camino y se detuvo a beber un espresso, con el objetivo de calentarse en una noche fría de luna llena.
Su verdadera vocación era aquella que tanto renegaba desde la muerte de su padre, aquella que ocultaba tras la fachada de vendedora.
Quitose el saco, dejándolo colgado en el perchero de la entrada de su vivienda.
La reconfortaba ese olor a hogar, ese silencio y tranquilidad que reinaba en su entorno.
Se sentó en la mesa para hacer unos cálculos acerca de las ganancias del mes y los gastos en compras. Seguidamente comenzó a preparar la cena para ella y Lala, su mascota.
Era hora de que entrase a casa, no era bueno que recogiera el sereno de la noche.
Lala recientemente había pérdido su visión, no podía quedarse dentro durante el día y sin la supervisión de Bea porque podía lastimarse chocando con los adornos.
El patio era más espacioso y recomendable para ella.Silbó tres veces, y extrañamente Lala no fue a su encuentro.
Caminó en dirección a la pequeña caseta.
La noche estaba clara, se podía apreciar el césped manchado de sangre.Bea cayó sobre sus rodillas, hundió sus dedos en el vientre de su perra y encontró la herida. Tan profunda que fue mortal.
Besó por última vez su hocico, su nariz estaba fría.Entró en busca de una pala, pero fue interrumpida por el incesante sonido del teléfono.
Tomó la llamada, una voz anónima confirmó lo que ya ella sospechaba, alguien de su pasado estaba involucrado con las muertes e incluso ella caería en manos de ese asesino..
Siguió su funesta tarea, terminando dirigiose al baño y cuando estuvo llena la tina, se sumergió en el agua. La temperatura de la misma aligeraba las tensiones y la ayudaría a conciliar el sueño esta noche....
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¿Quién es culpable?
Bí ẩn / Giật gânBea, en su adultez se encontraba tranquila, al menos después de haber dejado su antiguo y ajetreado trabajo y comenzar en una tienda de artículos del hogar. Esa supuesta paz conseguida comenzó a deciparse cuando un soplo del pasado golpea su presen...