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La mañana la había alcanzado, pero no estaba cansada, volvió el tiempo provechoso analizando cada rincón. Eran las 7 y le quedaría al menos una hora de sueño hasta que llegaran los demás.

Pues tenía razón, a fin de cuentas, una investigadora suele observar lo que otros no, cavar más profundo. Y a las 8:45 habrían aparecido las primeras.
Sam, Greta y Pauline habían llegado juntas, casi igual a como eran recordadas, ese grupito de tres inseparables.
La primera con muchas responsabilidades, era madre de tres adolescentes que le estaban haciendo perder la cabeza, este plan le venía como anillo al dedo.
La segunda había sido un intento fallido de presentadora, además parecía que la moda nunca hubiese evolucionado con ella, pero le compensaba ser la única heredera de su familia, y Pauline esposa de un marinero mercante, aprovecha cada viaje para buscar consuelo en vecinos o repartidores de pizza.

El tema entre ellas no parecía acabarse, como si hubiese pasado mucho tiempo desde la última vez que cotillaron.

Bea necesitaba estar al hilo de todo, sin perderse el más mínimo de los detalles. Ayudó a Félix a desempacar el sinnúmero de maletas y por el peso trataba de adivinar el contenido en busca de algo sospechoso.

Alrededor de las 10 se les unieron Andrius y Fernand. Andrius tenía una figura fornida, aunque un estado de salud deteriorado, quizás esa sería la última ocasión que vería a aquella gente, poseía los brazos angostos y las manos calladas por sus esfuerzos en la industria metalúrgica.
Fer por su parte conservaba esa mirada inquietante de siempre, usaba un fedora de copa alta y una chaqueta de piel, parecía sacado de esas películas aventurescas de Indiana Jones y el único motivo por el que estaba en esta reunión era por Bea. Durante años había reprimido los sentimientos que tenía por ella.

Seguidos de estos fueron llegando los demás y para la hora de almuerzo estaban todos.

¿Quién es culpable?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora