¡ único !

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Yirin is tin biniti... —Minho balbucea en voz baja, sus brazos cruzados firmemente contra su pecho— Yirin is ini princisiti... —empuja con la punta de sus tennis blancos, perfectamente atados, hacia abajo, moviendo el columpio que lo sostiene en un leve vaivén— Yiren, Yiren, Yiren —lame con el ceño fruncido su helado de pistache, mirando amenazadoramente a su novio sujetar la mano de su hermana menor en el tobogán—. ¡Ya estoy harto!

Jeongin sonríe tan grande y precioso como le gusta a Minho; así, esa sonrisa perfecta con la que le robó el corazón y que ahora odia ver en su rostro de tonto guapo. Su mano izquierda, esa que lleva el anillo de pareja, sujeta la derecha de la mocosa aquella con la que Minho aborrece en ese instante tener parentesco, y ambos se abrazan cuando Yiren pisa el suelo lleno de piedritas rojas en el parque.

El azabache la sostiene en el aire mientras dan vueltas y, cuando la niña queda de espaldas a Jeongin y de frente a su hermano, le saca la lengua vocalizando un Gané que hace al pelimorado apretar con fuerza su conito de helado hasta que la galleta truena entre sus dedos.

Oh, esa mocosa.

Había ganado la batalla, pero no la guerra.

¡ ☁︎ !

— Oppa está celoso porque yo soy más bonita~ —la chiquilla salta los charcos con sus botitas de hule con olor a chicle, de la mano de Minho y Jeongin, saliendo del cine— Oppa-Jeongin me quiere más a mí, ¿verdad?

Jeongin se inclina y le regala un toquesito en la nariz a la niña, junto a una hermosa sonrisa con hoyuelos.— Así es.

Minho hace gestos y balbuceos en burla cuando su novio no lo está viendo, como fondo la risa de Yiren que últimamente le resulta tan molesta, con ese tono chillón que pone cuando se trata de Jeongin.

La paciencia de Minho comienza a rozar peligrosamente los límites cuando su novio toma en brazos a ese pequeño monstruo y la lleva en hombros, saltando charcos como si el mundo fuera de algodón de azúcar y los ponis volaran en el cielo.

Lee mayor se lleva un puño de palomitas de cheddar a la boca, perdiendo absolutamente todo el glamour que se empeñó en mantener durante la estúpida función de esa noña película de princesas en la que apenas pudo tocarle los dedos a su novio, ya que Yiren se recostó en su muslo robando toda la atención. Se acomoda el gorro de lana sobre las orejas y patea un charco bajo sus botas de trabajo amarillas, salpicando, en el proceso, parte de sus jeans negros.

— Oppa tu cola... —el pelimorado se atasca de palomitas de nuevo, caminando visiblemente molesto por el estacionamiento del centro comercial— Mocosa embustera...

La relación de ambos hermanos no es tan cruel y despiadada como se lee. De hecho, no es ni mínimamente parecida, pues aunque suene increíble, ambos hermanos se aman muchísimo.

Minho, con sus espléndidos diecinueve años de vida, sigue durmiendo con su hermana casi diez años menor, en la misma cama, mientras abraza un muñequito con cabello de estambre naranja y ojitos de botón. Yiren es todo lo que podría pedir de una hermana menor, es atenta, muy noble, inteligente y cariñosa; la pequeña princesa dueña del castillo de Lee Minho, y ay de aquel que se metiera con ella, porque solamente su hermano mayor tenía derecho de decirle Horrenda.

Conoció a Jeongin en los pasillos de la preparatoria, cuando en un arranque de desesperación, el pelinegro de ojos de zorrito tocó a la puerta del aula A-5, el taller de cocina, en busca... de una bata de laboratorio.

— ¡Voy a reprobar química si no me prestan una bata! —había lloriqueado Jeongin al cerrar la puerta, con un languido muchacho de ojeras a su lado, golpeándole el hombro porque No sé porqué me arrastras a esto.

── mal tercio !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora