Capítulo 1: Las historias no son siempre felices.

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Los últimos rayos de luz de aquel día se escondían tras el alba, mostrándose más opacos que de costumbre, pero quien lo podía notar si apenas los niños volteaban a ver las estrellas, cuando fue que la creación dejo de ver los cielos con anhelo, a ver la oscuridad y tranquilidad de la noche, talvez en aquella frase esta la respuesta.

Sin esperar más surco aquellos colores, tocando el amarillo trayendo alegrías a su ser, acariciando el naranja sintiendo el paso de adrenalina en sus alas, cayendo en el rosado ¿qué era esa sensación?; las emociones de cariño humanas, sobrevolando el rojo carmesí noto el latido de su corazón en su pequeño cuerpo de ave. Las emociones humanas siempre serán un misterio para su especie, el cómo sobrevivieron a un suceso tras otro, y como otros ellos fueron los causantes de esas desgracias, nunca entenderá como evitaron la muerte, la manzana estaba maldita para ellos, pero aun así la volvieron en una bendición eran sin decir extraordinarios, es así su primer pecado el no morir.

- ¿padre porque el hombre no muere de una vez? - pregunto un petirrojo que surcaba el cielo como él. Las mismas ideas infundadas por su creador, las mismas que él alguna vez también tuvo como suyas.

- crees que así sería más fácil o mejor tu trabajó- pregunto ala pequeña ave a su costado.

-sí, el humano solamente crea penas a su alrededor sin importarle nada ni nadie, es una especie egoístas y traicionera- dijo con rencor, era divertido ver al menor enojado, siguiendo volando por aquella alba, esperando.

-es cierto, pero aun así no puedes juzgar a toda una especie por algunos.

Fue tras esa última frase que las nubes se abrieron, moldeando un arco, tan fino y tosco, que era bello a la vista de todo aquel que lo viera, tras pasarlo sus cuerpos con gracia se transforman en sus verdaderas formas. El menor, su hijo en un muchacho de piel blanca, cabellos marrones claro rebelde y ojos azules tan distinto a él, tomo su mano, corriendo a las puertas de sus trabajos, para dar los reportes de sus investigaciones en el mundo humano.

Quien les recibió en las puertas saludo entusiasmado su regreso, los pasillos seguían siendo tan pulcros como lo recuerda, sin una mota de polvo o huella en ellos que fuera rastro de alguien más, siguió siendo arrastrado por su hijo por aquellos pasillos blancos, llenos de pinturas o muebles, que aun siendo así; la soledad era lo que llenada el lugar. Dieron vueltas y subieron escaleras para llegar a su destino, la puerta de aquella oficina seguía siendo tan imponente como recordaba de un roble oscuro, su hijo toco tres veces para señalar su llegada.

-pasen, pasen... Los estaba esperando- La voz grave de aquel ángel resonó como siempre lo hacía, sin apiste de cansancio o deterioro, una vida eterna en juventud - ¿Cómo les fue esta vez?,¿alguna novedad? - pregunto un ángel de cabelló rubio, ojos verdes y alas blancas de Paloma.

- como siempre los humanos se siguen expandiendo por el mundo, los niños se han vuelto más indefensos y las mujeres han caído en el egoísmo de sus gobernantes, se han vuelto a dividir en castas, razas e inclusive nos culpan de sus errores. - dijo aquel pequeño con rencor y enfado, frente suyo.

- y tu Breisthen, ¿tienes algo que decir? - pregunto aquel ángel superior mirándolo seriamente.

- los humanos han superado el número de nacimientos estipulados para este año, también ha crecido el número de demonios que pasan las fronteras humanas. - Dijo el ángel que respondía por el nombre Breisthen. - eso es todo lo que puedo reportar señor.

Respondió haciendo una pequeña reverencia en el lugar, pasar meses reportando el país del sol naciente tenía sus desventajas como sus ventajas.

-hijo, podrías dejarnos a tu padre y a mi hablar solos- el menor dio gracias; moviendo sus alas de un rojo intenso para no pisarlas en su camino.

La nieve es fríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora