Capítulo 21.

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11 de enero 1957

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11 de enero 1957

No era una mañana cualquiera, era probablemente el día más miserable de la existencia del escritor. Despertó sin ganas, enredándose en las cobijas y aplazando lo mayor posible su estancia sobre el colchón. A su lado, se sentía la ausencia del cuerpo tibio de Katsuki, esto obligó a Shoto a abrir los ojos de golpe, buscándolo por la habitación. Pasaron los últimos dos días entregándose a los brazos del otro, deseándose buenos días y buenas noches, ignorando el ruido de la ciudad, olvidándose del espacio y jurándose amor eterno por el resto de sus días. No importaba si se rompían el corazón de nuevo, estaban seguros que si pasaban mil años más, se abrirían las puertas de su alma otra vez, en esa vida y también en la siguiente.

—Katsuki. — El joven de ojos heterocromos llamó con desesperación mientras perdía el equilibrio. —Katsuki. — El aire abandonaba su cuerpo mientras que lagrimas traicioneras amenazaban con salir sin permiso. —¡Katsuki! —

Sus piernas colapsaron, el miedo de perderlo todo se impregnaba en cada centímetro de su delgado cuerpo. Conoció la gloria y el sabor a derrota le intoxicaba. El llanto no fue callado, sus deseos no se volvían realidad, dejándolo solo una vez más. Bakugo Katsuki era el indicado para él, pero se encontraba demasiado lejos para alcanzarlo.

—No me dejes... —

Sollozó al viento. En su memoria, llevaba grabadas las últimas horas, tatuado sobre su pecho cargaba el dolor de la última década y los escasos momentos felices que vivieron juntos. Todas las cartas, todos los poemas, las dedicatorias y las canciones, todas eran para Katsuki. Lloraba desconsolado, por primera vez en años dejó de ser un cobarde y de nuevo, lo perdió todo. Las promesas de los días anteriores fueron cuentos, mentiras endulzadas que representaban un futuro imposible.

—¡Estas son las mañanitas que cantaba el rey David! ¡Hoy por es tu cumpleaños...! — La voz escandalosa del rubio interrumpió la escena desgarradora, este llevaba consigo un pastel recién horneado, decorado con fresas y betún blanco. —¿Shoto? — Preguntó preocupado.

Bakugo Katsuki conocía esa mirada. Se trataba de dos pares de lunas, que imploraban en silencio por cariño, por amor, suplicando que te quedaras a su lado. Katsuki dejó el pastel de lado y se lanzó a los brazos del escritor quien aún yacía sobre el suelo.

—¿No te marchaste? — El escritor susurró incrédulo. —¿Sigues a mi lado? —

—Por supuesto que sigo a tu lado. — Bakugo aseguró con convicción. —Es tu cumpleaños así que fui a conseguir lo necesario y horneé un pastel. —

—¿Cómo sabes que es mi cumpleaños? —

—Porque te he amado desde hace años, al punto que conozco más de ti que de mi propia persona. —

El corazón herido de Todoroki Shoto sanaba mientras latía con fuerza al ver la expresión desconcertada de su acompañante. Aún en el suelo, atrajo al rubio hacia él, tomándolo del cuello, llevándole directamente hasta sus labios. El contacto de sus labios relajó a Katsuki, quien se deslizó sobre la boca del escritor como todo un experto.

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