Lunes. Primer día de clases. De vuelta a su pesadilla personal luego de dos meses de vacaciones. Despertaba Rosalía pesadamente con el sonido de la alarma despertadora. Sentía sus ojos pegados y ardían producto de otra noche más en la que solo hizo llorar.
-Rossy, mi amor, levántate o vas a llegar tarde. Es tu primer día y no quiero que ya te pongan una tardanza por andar de perezosa. Vamos, ¡Arriba!-. Le llamaba Esmeralda, quien más que su abuela era ya su madre, siempre se hizo cargo de ella desde que sus padres se fueron en busca de una oportunidad de salir adelante y luego regresarían por ella. O al menos eso pensaba.
Habían pasado 7 años desde aquella noche en la que sus padres la dejaron en aquel umbral en manos de su abuelita, a quien amaba y era ya su todo. Rosalía crecía alegre, siempre sonriente, siempre servicial, siempre dispuesta y siempre agradecida con lo que la vida le daba. Siempre excepto en la escuela, allí sus compañeros no eran tan buenos con ella sino por el contrario, abusivos, se burlaban de su peso, de su cabello enredado, de sus uñas sucias, de su uniforme descolorido y sus zapatos rotos. Sin embargo sabía ocultar esa parte oscura cuando llegaba a casa, pues sabía que su abue siempre hacía lo que en sus manos estaba y al menos estudiaba, no como esos niños que andaban por ahí en la calle.
-Abue, tranquila, ya voy-. Dijo pesarozamente mientras se levantaba de su cama. Luego de organizarla se dio una ducha y empezó a alistarse para la escuela.
El uniforme consistía en una camisa blanca, con una falda por encima de la cintura y cinco dedos debajo de las rodillas, unas medias largas y unos zapatos negros. Ese año su abue la sorprendió con todo nuevo. Se vistió, tomó su mochila no sin antes percatarse de que tuviera todo lo necesario y bajó a desayunar.
-¿Qué quieres para desayunar, mi amor?
-Sólo un pan, y jugo de naranja, por favor-. Eso hizo, cortó un poco de pan que había comprado a un panadero a domicilio bien temprano y le sirvió un vaso con jugo de naranja. -Gracias abue.
Luego de desayunarse subió a lavarse los dientes, para luego ir corriendo a tomar el autobús, preparándose mentalmente para las burlas sin razón.
El día transcurrió lento, tenso, pesado. Los profesores solo pedían recuentos de las vacaciones, en la que todos hablaron sobre algún lugar que visitaron menos Rossy, ya que siempre se pasaba las vacaciones de verano ayudando a su abuela con los quehaceres y visitaban a sus parientes como cada año. Sus compañeros no la molestaron, pero lejos estaban sus intenciones de no hacerlo, pues notaba miradas y risas burlonas hacia ella, que ignoró deliberadamente.
Gracias al cielo ya terminaron las clases, pensó. Solo quería llegar a casa y que su abuelita le ayudase a hacer todos sus deberes, comer una rica merienda y ver la novela de las tres. Sonrió para sí misma al pensar en ello. Cómo le hubiera encantado compartir esas cosas con su madre, con la que le dio la vida. Ansiosa estaba de que llegara el día de verlos, darles un abrazo y decirles que no tenía nada que perdonarles porque lo importante es que estuvieran ahí.
Al llegar notó que no había nadie en casa, y una tarjetita en el comedor llamó su atención. Era de su abuela:
"Mi amor, te pido disculpas si no estoy en casa cuando llegues, me ascendieron de puesto y debo trabajar turno completo, así que llegaré en la noche. Esperaré que pase el primer mes para así poder solicitar que me reduzcan el horario y si puedo llevar el trabajo a casa.
Sé que puedes cuidarte sola, eres mi pequeña mujercita, de todos modos le hablé a Pedro para que te cuide. Sé que no es la mejor opción, pero era la única que tenía en el momento, las demós que tenía me dijeron que no. Es solo un mes.
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En busca de mi luz
JugendliteraturNo podemos decidir qué nos depara el destino. Simplemente aprender a lidiar con las consecuencias de nuestros actos, nuestras decisiones, o las de otros. La vida se tiñe de pequeños detalles que hacen grandes diferencias, amores, desamores, felicid...