2. Anochecer

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He terminado con la cena. A decir verdad, no siento mucho apetito en las noches. Suelo tomar un trozo de fruta, y un vaso de té de camomila con un sobre de sustituto. Cada noche, mi estómago pide a gritos una enorme rebanada de pastel de chocolate, pero a esta hora la pastelería más cercana ya está cerrada, y dudo que alguien en mis condiciones no provoque repulsión con solo mirarle.

Cada noche, de cada día de la semana, tengo el presentimiento de que podré dormir a mi hora indicada. Todo empieza cuando me encierro en mi habitación, me recuesto a leer "1984" de Orwell, hasta que aventajo una buena parte y empiezo a sentir sueño... pero eso es una puta mentira. Me canso de estar leyendo, y mejor voy y enciendo el televisor, esperando encontrar una buena serie que no sea sobre policías y criminales estúpidos.

Pero no siempre ha sido así. Fue aquella noche, en la que vino a cenar mi antigua vecina, llamada Alessa. Fue desde esa noche que mis días empezaron a las dos de la tarde, y terminando a las cinco de la madrugada. Es desde esa noche que no puedo cerrar los ojos sin empezar a verlos a todos, o a todas. Son criaturas que para mí no tienen un sexo definido. Algunas parecen lobos con formas humanas, pero no hay nada ahí debajo, y en veces suelen tener facciones finas como las de una joven dama. En mi ventana no dejan de estrellarse aves, mismas que caen muertas, y que al amanecer no hay un solo rastro de ellas, a excepción de las grietas en la ventana. Son una especie de aves con cola de abejorro y el pico de un cuervo.

Ahora son las doce de la madrugada. Hoy terminé con la obra de Orwell, y en el televisor no había nada atractivo. Intentaré dormir, pero sé que no podré, porque esas criaturas aparecerán, y mi mente me llevara al peor escenario que podría imaginar. Pensar en aquella noche con Alessa me tranquiliza un poco, incluso me da una o dos horas de sueño profundo. Pero esas horas son en vano. Maldita sea, despierto empapado en sudor y con la temperatura baja. No puedo olvidar lo de aquella noche, por más que lo intente, porque sé que desde ese día algo dentro de mí cambió, algo que me hizo temerle a la noche, y más a la hora de dormir.

Alrededor de hace ocho meses, estuve trabajando para una maquiladora que enviaba mezcla para freír pollo a una cadena de restaurantes importantes de la ciudad. Mi turno comenzaba a las siete de la madrugada, y terminaba a las seis de la tarde. No era el trabajo más complicado del mundo, pero si demandaba muchas horas en la planta por temas de falta de personal, mismos que se iban a una importante firma de corredores de bolsa. Aspiraban a un mayor sueldo, lo curioso era que nadie volvía a saber de ellos tras firmar su carta de renuncia en la maquiladora.

...

Estoy despedido de aquel empleo (estornudé sobre un contenedor de mezcla), regreso a casa con tres meses de salario metidos en el bolsillo de mi camisa de franela. No me siento muy bien, no quiero terminar en una firma de corredores sacando copias o capturando datos en un estúpido ordenador. Carajo, creo que necesitó un respiro. Estoy en una tienda comprando dos botellas de vodka para beberlas esta noche en mi apartamento, mirando por la ventana como las oscuras nubes opacan el brillo inmenso de la luna.

Estoy en mi apartamento, subo las escaleras con desanimo. Estoy abriendo la puerta con llave. El apartamento de enfrente parece estar ocupado. ¿Un nuevo inquilino? No me extrañaría no haberme enterado, pues siempre llego a casa hasta las once de la noche por estar bebiendo en aquel bar. Las luces están encendidas, puedo distinguir la silueta de una mujer: cabello largo, pechos pronunciados, y brazos finos y delgados. Me llama la atención ver que mi vecina es una mujer. A decir verdad, nunca he sido muy bueno con el sexo femenino, no tengo un tema de conversación interesante, tampoco soy muy atractivo, y no gano lo suficiente como para permitirme tragos caros o comida de verdad. Mi dieta es a base de comida china o pizzas baratas. Tengo ahora dos botellas de vodka en una bolsa, sería una mala idea no ofrecerle un trago de bienvenida.

Pesadillas IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora