Mi primera entrevista

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Como era de esperarse, lleva una hora ir de la ciudad hasta el bosque reservado, protegido gracias al infame español.

El muchacho se pregunta de dónde habrá sacado tanto apoyo para cuidar ese bosque. Día y noche, ¿se cansará alguna vez?

Aferra su libreta, allí están plasmadas todas las preguntas que debe hacer a su ídolo. Una gota de sudor le recorre la frente, limpia aquello con el dorso de su mano derecha.

La otra mano lucha por mantenerse con su libreta y el control del auto. Rápidamente devuelve su derecha al volante, sintiéndose más seguro.

Aquel clima no deja andar a nadie a más de 40 Km/h. Agradece en nombre de la Vírgen maría y sigue el camino rebosante de agua.

Divisa a lo lejos unos rayos alarmantes, acomoda su trasero en el asiento, farfullando que nada va interrumpir esa entrevista.

Con otro movimiento rápido, deja la libreta al otro lado, descansando para una larga jornada en su otro asiento acolchado, como cual "Spa".

En todo el camino, los nervios hacían temblar sus dedos, la emoción iba hacerle saltar y gritar felizmente.

Como la radio no funciona, prefiere no gastar batería de su celular, es mejor cantar él mismo.

En tono desafinado, recordó toda la letra de la canción número 1 en el país. Waka Waka by Shakira. Hasta incluso se atrevió a dar limitados "pasos prohibidos" para distraerse.

Desde niño siempre ha sido un llorón, la mínima tormenta lejana le causa  escalofríos. Aguantando el creciente pánico que tal vez iba hacerle vomitar, al fin pudo detenerse enfrente a la entrada de su destino:

¡Bienvenido a nuestra reserva natural!

Los árboles parecían retroceder ante la impetuosa tormenta, que estaba revoloteandose como huracán.

El periodista tomó un largo respiro, enfrentando su pesadilla. Agarra su libreta y sale, sincronizando el estruendoso cierre metálico con el rayo del cielo.

Luego alzó la cabeza un momento para ver el estado del clima. De paso revisar si estacionó bien su medio de transporte.

Sin darse cuenta, varios truenos lejanos parecían lanzar advertencias a el hombre, y lo tomaron desprevenido. Uno de estos hizo que terminara soltando la llave, cayéndose lejos de su vista.

Apurado, buscó sus llaves agachandose, como pudo revisó bajo el auto. El viento le pegó tremenda sacudida que cayó al lado del sendero forestal.

Sintió algo pequeño, metálico, punzar su costilla. Miró debajo, estirando su mano libre para agarrar la llave.

Unas gotas de agua empezaron a arruinar su traje formal, las nubes ya no eran coloridas. Maldiciendo en vano el cielo, sostuvo las llaves en su mano y volvió a abrir el auto.

Sacó otro abrigo más grueso. Se puso lo primero, luego golpeó dos veces la linterna para encenderla. Orgulloso de sí mismo por no olvidar su aparato, caminó unos minutos, deseando encontrar al Guardabosques.

Cansado por el frío, temiendo por ese atardecer transformándose en la noche, agachó su cabeza. Dedicó un minuto a respirar y tranquilizarse.

Una voz rasposa lo hizo saltar, su cuello dolió por el movimiento brusco que realizó, bien asustado. Intentaba ajustar sus pupilas ante la temprana desvanecencia de luz, no reconoció la figura frente a él.

Ese desconocido lo invitó al remoto hogar de aquel ídolo. En pocas palabras, sus emociones resolvieron por él, y aún perplejo, sintió demasiados nervios como para pensar con claridad.

Reconocería esa voz donde fuera, desde niño siempre había deseado conocer a tal español. Eso incluía su obsesión por imitar el acento relajado, y hasta pícaro perteneciente al Guardabosques.

Lo siguió hacia una casa de musgos, gracias a su linterna pudo ver algo de ese hogar tan natural, adorado por la gran mayoría de personas, que conocen la benevolencia del hombre.

Por fuera no era tan difícil entender el pasatiempo del Guardabosques. Pero dentro de aquella casita, el periodista tuvo algo llamado confusión tintineando en su cabeza.

Sin querer sonar como un simplón, y mantenerse profesional, empezó preguntandole dónde quería comenzar la entrevista.

El hombre lo invitó a seguir admirando su decoración fuera de moda: Velas por todas partes, hasta en el techo, sábanas negras cubriendo varios amoblados y sillas para nada convencionales.

Parecía que no vivía solo.

El jóven tuvo escalofríos y por primera vez, deseó terminar rápido para volver a casa, tenía un mal presentimiento.

Su ídolo le invitó a sentarse, luego fue a apagar toda vela, menos las de arriba.

Quedan muy lejos y no querría atarearme más.

Dijo él.

Además tenía un ritual de respeto hacia ciclo dia/noche. Por lo que apagó también la linterna que éste traía y ofreció al periodista seguir su movimiento. Solo así, tendría la entrevista.

Sintiéndose como el niño llorón de años atrás, aceptó el ritual extraño del hombre y se dispuso a escuchar.

Mentalmente renegaba, ¿es que no podía usar su libreta en el primer día?.




















Mi primera entrevista |2021 | Pausada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora