12 de Junio de 2020
— ¡Auch! —mi madre palmeó mi mano con fuerza en mi décimo intento por cambiar la radio.
— ¡Deja de cambiar tanto y deja una sola emisora de una buena vez!
— No hasta que considere que alguna es lo suficientemente buena como para dejarla —informé y ella giró los ojos como adolescente en desacuerdo—. ¿Cuánto falta?
— Por suerte falta poco porque estoy a punto de tirarte del auto —solté una pequeña risita por su comentario, extrañamente eran esos pequeños momentos los que más disfrutaba con mi madre y me hacían valorarla mucho más.
— Que poca paciencia —la fastidié— dormiré un poco, despiertame cuando hayamos llegado a Chernóbil —tomé mi vieja almohada y me acurruqué con ella.
— Es Shelbyville.
Desde el momento en que mi madre llegó con una foto de Shelbyville me fue inevitable no pensar en Chernóbil, y aún más sabiendo que era un pequeño pueblo alejado de la ciudad. A pesar de tener lindas y cuidadas calles se veían desoladas y como si nadie viviera allí, lo cual no me generó mucha confianza.
Un pueblo alejado de la estresante pero civilizada y avanzada ciudad en la que me había acostumbrado a vivir.
Por supuesto que sabía que no nos dirigíamos a una selva con neandertales pero Shelbyville no era precisamente el ambiente en el que había planeado vivir en un futuro.
Pero bien es sabido que una cosa es lo que planeamos y otra lo que se da.
Llevábamos 12 horas de carretera, 12 horas en las que ya habíamos dejado atrás el viejo negocio de carpintería de papá, el Moonlight Park al que solíamos ir todos los sábados y los picnics con Millie y César.
12 horas en las que pasamos de observar la Torre Heizer todas las mañanas al despertar mientras el café de papá inundaba toda la casa, a estar en un camino sin retorno a una nueva vida, pero ésta vez sin él.
— ¡Hemos llegado! —el claxon con sonido de un ganso ahogándose me despertó mucho antes que los gritos de mamá.
— ¡Basta, basta! —me tapé los oídos con la almohada queriendo regresar a Jersey con solo cerrar los ojos. Oficialmente habíamos llegado a Shelbyville y no estaba preparada para dejar el auto aún.
— ¡Vamos Mellie, anímate! ¿No te huele a un nuevo comienzo?
— Huele a excremento de vaca —contesté chocante logrando que mi madre me atacara con mi propia almohada.
— Hay granjas cerca boba —me miró como si no hubiera reparo conmigo— vamos a comer algo, ya es hora de almorzar —salió del auto sin más, dejándome ver que nos habíamos estacionado frente a una cafetería llamada "Susan's Bakery". Luego de andar un poco y dejar algunas granjas atrás dimos con aquel lugar.
— Espero que tengan malteadas de chocolate —cerré la puerta del auto yendo tras ella.
Una vez que pisamos aquel establecimiento mi madre y yo inhalamos el olor del café recién hecho, y mi estómago comenzó a rugir cuando pude oler un plato de espaguetis con camarones.
Mis ojos rodearon todo el lugar viendo los cuadros colgados con artistas de rock, jazz y pop de la vieja escuela por todas las paredes, los muebles acolchonados de color rojo estaban casi repletos de personas yendo y viniendo.
— Quiero eso —anuncié casi rogando. Tomamos asiento en unos de los taburetes y una señora de cabello largo y grisáceo con mejillas rosadas apareció frente a nuestras narices.