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Rubius lleva dando vueltas toda la tarde por tiendas de trajes, pero ninguno le iba bien, ya que todos le quedaban cortos de manga o flojos, decidió pedir uno a medida, que le llegara a su apartamento el lunes, así que por ahora tuvo que alquilar un traje que le quedaba corto en las mangas, pero pensó que así sería más difícil mancharse de tinta.

-quedamos entonces a las 8?
-Si Mangel, tengo que contaros lo estirado y la espalda que tiene mi jefe.
-¿En tu casa o en un bar?
-En el bar debajo de mi apartamento.

Rubius vivía en un apartamento en el centro, la fachada del edificio era antigua y de un color blanquecino que estaba empezando a tornarse a gris, aquel apartamento era muy acogedor para una persona, entrada con un perchero y un zapatero, al lado de el zapatero el armario, a Rubius no le importaba que no estuviera en el cuarto, así podía pasar más horas en pijama, nada más pasar el armario empotrado, se encontraba la sala de estar y la cocina americana, Nieves siempre se quejaba que cuando cocinaba, todo el olor se extendía por aquel acogedor salón.
Su cuarto no era tampoco muy grande, pero en el había una gran ventana donde tenía puesta la mesa de trabajo, no le gustaba mucho la luz, pero si el marujeo, vivir en el centro es ver pasar a miles de personas diferentes, inventarse su vida y hacia dónde van es la actividad favorita de Ruben.

Samuel había tenido un día demasiado intenso después de conocer en persona a su nuevo compañero de mesa, después de decirle que su jornada empezaba mañana, lo cual era mentira, ya que estamos a inicios de mes y mañana es viernes. Agradeció que el alto no preguntara nada, pero si que se tomará muy literal el "sigue mis pasos", iba detrás de él todo el tiempo, Sam cree que intentaba pisar por donde el pisaba, no saco ningún tema de conversación y sentía su mirada clavada en su espalda.
Luego de sentirse observado por aquellos ojos verdes abiertos como platos cuando le dijo que compartirían oficina, decidió que tenía que librarse de él, tenía mucho trabajo y la presencia del joven solo iba a hacer que se retrasara.
Tenía mucho que dibujar, así que bajo la mirada de esos ojos verdosos e ideó ese plan estupido que pensó que no funcionaría, pero al parecer, el tal Rubén Doblas era un poco tontito.

-Entoces, Rub, ¿nos has reunido aquí para decirnos que tu jefe está bueno? - preguntó Nieves con un tono de burla mientras acercaba el botellín de cerveza a sus labios - espero que si es así, me pagues la cerveza - dijo con el botellín ya pegado a los labios para darle un sorbo.
-Nonono, no es eso tampoco, o sea, si, es bastante atractivo, ¡pero también un estirado!
—Rubius, cariño, como amiga, te tengo que decir que, llegar tarde, despeinado y mal vestido a tu primer día de trabajo no está muy bien.
-¡Claro que me peiné! Y para mi, iba bien vestido, pero entre la lluvia de la noche que dejó todo empapado, y tener que correr porque el metro llegó tarde, mi perfecto peinado ya no existía y mi cara estaba roja.
-Deberías salir antes, siempre vas pillado de tiempo, Rubius - dijo Mangel interviniendo en la conversación.
-¡Pero si estuve aquí esperándoos 5 minutos!
-No te fastidia Rubius, literalmente estamos debajo de tu apartamento, pero siempre que quedamos eres el ultimo en llegar.
-cici, venga, ¿Podemos seguir hablando de lo importante?
-¿Crees que tenga pareja?

-Sam, te encuentras bien? ¿Quieres que te haga un té, cariño? - dice una chica rubia, con una gran melena que acompaña todos sus movimientos, lleva puesto un camisón blanco y una bata por encima.
-No hace falta, sólo necesito descansar, ¿si?
Sam dirige la mirada a los ojos de Akira y recuerda aquellos verdes que estuvieron torturandolo toda la mañana.






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Buen trabajo, Doblas.  Rubegetta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora