Capitulo XXXVI: Amistad

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¿Qué es la amistad? ¿se come? ¿es algo tangible? ¿un sueño? ¿una fantasía? ¿una utopía acaso?

Es una pregunta que llevaba haciendo últimamente desde que descubrí que mi mejor amiga se acostaba con el hombre del que estaba enamorada. Aún no sé cual es la respuesta, quizá no iba a poder responderla con palabras sino con hechos. 

La amistad era algo tan frágil y tan fuerte al mismo tiempo que un solo movimiento podría romperse o fortalecerse el lazo que muy pocos lograban ofrecer y tener, algo que solo algunas personas sabían valorar.

Estaba segura que una persona podía ganarse tu amistad a base de hechos y no de palabras. Pensándolo bien, pocas personas me habían demostrado que era la amistad, como lo hacían Sanem y Thomas mientras yo continuaba en el sillón de la casa de mi madre mirando hacia la nada, perdida en mis pensamientos y aún en pijama.

Si fuera por mi no me habría levantado de la cama, pero ellos llegaron y me sacaron de mi habitación que ahora parecía una cueva abandonada. Thomas me cargó en su hombro como si fuera un costal de papa, mientras yo gritaba que me bajara y Sanem caminaba a nuestro lado riendo a carcajadas. 

Mientras ellos hablaban y hablaban como loros, yo no les prestaba atención. Seguía repitiendo en mi cabeza la misma escena una y otra, otra vez.

Como una especie de bucle que no tenía final alguno.
Me preguntaba como rayos hacía para salir de ese laberinto del que yo misma me había metido.

No tenía idea, no tenía solución.

Tal vez pensarán que debía superarlo de una maldita vez, que estaba exagerado, que había transcurrido demasiado tiempo. Quizá también dirán que era una masoquista de mierda, y si lo era, ya lo sabía. Pero también podrían entenderme, nadie jamás se olvidaría tan fácilmente como rompieron tu corazón en millones de partes, ¿o sí?

—¡Nix... Nix, tierra llamando a Nix! —pronunció Thomas intentando llamar mi atención.

Abandoné mis pensamientos cuando de repente algo golpeó mi cara.

—Hey, ¿qué haces? —Sanem había arrojado un cojín hacia mí.

—Te estamos hablando y tú nos ignoras —reprochó.

—Lo siento —suspiré—. ¿Qué decían?

—Decíamos que quizá deberíamos hacer otro viaje y tú puedes elegir el lugar —habló Sanem.

¿Un viaje me ayudaría a despejar mi mente? Por supuesto.

¿Acabaría con el dolor que sentía mi corazón? Por supuesto que no.

¿Tenía ganas de abandonar mi hogar? Claro que no.

—No lo creo, aquí estoy bien.

—No fue una pregunta.

—No me obligarán —respondí secamente—. Además ¿para que quieren hacer otro viaje? ¿para que termine de la misma manera que el anterior? —entrecerré mis ojos hacia ellos.

—Claro que sí, debes distraerte.  No quedarte en esa pocilga que tienes de habitación y por supuesto que no terminará igual que en Río —respondió Thomas.

No sabía si podia creer eso... Conociéndonos, cualquier cosa podía pasar si estabamos los tres ebrios en el mismo lugar.

—Tu eres fuerte y lo superaras pero no así, durmiendo todo el tiempo y sin ver la luz del sol —expresó Sanem acercándose a mí.

—Era fuerte —suspiré—. Ya no lo soy.

—Sabes que puedo golpear a ese inútil si te hará feliz —dijo Thomas.

Una parte de Mi (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora