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ADVERTENCIA: la historia transcurre después de la tercera temporada, Hannibal y Will llevan un par de años juntos y aunque su relación está formalizada Hannibal quiere más que solo eso, quisiera demostrarle al mundo entero que Will es suyo.

Está clasificada como madura por el canibalismo no tanto por escenas de cama.

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La amistad es un alma que habita en dos cuerpos;

un corazón que habita en dos almas

♦ Aristóteles

La brisa marina de Venecia era una mezcla de mar y suciedad mohosa de los canales, el sol quemaba a su vez que los hermosos edificios resplandecían jugando con las sombras de sus relieves y ornamentación. Hannibal le había hablado antes sobre el gremio de los gondoleros, a veces parecía una mafia propia el oficio, le habían visto cara de turista mientras que al hablar con perfecto acento Hannibal ponía en su lugar a cualquier gondolero que osara pasarse de listo con ellos.

Se habían instalado a principios de año porque el mayor quería mostrarle el carnaval. En la Piazza San Marco lo había llevado a la basílica del mismo santo para que viera el edificio por dentro y por fuera, todos los carnavales que habían visto aquel portento, si al menos la piedras pudieran hablar, las historias que contarían.

Ese día moribundo, bajo un cielo tiñendo de rojo el atardecer, un acontecimiento digno de ser narrado ocurrió entre ellos.

Sentados al lado del otro mirando el maravilloso retablo de oro hecho con la maestría de orfebres bizantinos el psiquiatra tomó la mano de su compañero sobre su pierna, sin ocultarlo sobre el asiento como en otras ocasiones para ser discretos, ésta vez parecía querer hablarle de algo serio. Su estancia se había alargado hasta la primavera. Le advirtió que no debían quedarse cuando empezara la época de lluvias porque Venecia tendía a inundarse de los últimos años a la fecha.

-Will, ¿te unirías conmigo por la iglesia? -sonó entonces, irrumpiendo el silencio.

El asombro del experfilador del FBI no se hizo esperar, los labios separados ligeramente, los ojos fijos en los de su otra mitad. Una misma alma habitando dos cuerpos.

De todas las cosas que pudiera esperar que salieran de Hannibal Lecter esa fue la que menos esperó.

Tuvo que pasar saliva, a su vez la boca seca.

-Pero ¿qué dices?... ¿es acaso eso posible? -inquirió bajo sus rizos.

Tuvo por respuesta un apretón de manos, el rostro de Hannibal era impasible. La línea de sus labios se curvó hacia arriba casi imperceptible, la mirada de sus ojos intensificándose. No había escuchado un no, no era una negación, más bien lo había tomado por sorpresa, incredulidad ante lo factible de la idea propuesta.

Hannibal lo sacó aún más de balance cuando llevó la mano que sostenía a sus labios y la besó.

Obtuvo como respuesta que sus ojos se abrieran, el tono de su piel peleado entre un fuerte sonrojo y la palidez de lo improvisto de tener esa muestra de afecto tan repentina en público.

-Hannibal...

-Todo es posible con el arreglo adecuado -aseguró-. Solamente necesitas decirlo

-¿Decir... qué? ¿Qué acepto?

Ahora sus dos manos fueron tomadas. En verdad se trataba de una conversación seria.

-Esa no es una afirmación

Fraternitas iurataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora