De tu mano, me fui, te dije adiós, un adiós que sabía a un hasta pronto, a un búscame que solo tú me encuentras.
Y nuestros caminos se cruzarán, pero en otro momento, en otra vida, nunca aquí y ahora. Porque aunque me encantaría mirarte a los ojos y decirte —¿Qué harías si no tuvieras miedo?—. Estás aterrado, y a los muertos de miedo nadie les lleva flores.
Porque contigo descubrí que, cuando te miraba, me daba el síndrome de Stendhal, e intenté huir, pero cuando huimos del mismo sentimiento, huimos hacia la misma dirección.
Aunque estoy cansada de intentar arreglar las cosas que yo no rompí, y de solucionar los problemas que yo no causé, siempre me gustó jugar con fuego, y al final nos quemamos, pero ¿Te cuento un secreto? Me gusta arder.
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DEL AMOR Y OTRAS DROGAS
PoesíaA todas esas personas que creen que el amor puede salvarlos.