Capítulo 2

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 Maldije mi existencia en voz baja mientras le daba vueltas otra vez a lo que estaba haciendo ¿Qué esperaba? ¿Llegar y decir hola soy la novia de su hijo muerto, mucho gusto? Joder, tragué saliva. Esa se estaba convirtiendo en una mala idea, o al menos en una no muy premeditada.

Respiré con cansancio y acallé las voces maliciosas en mi cabeza.

Solo quería tratar con sus padres, dos personas que de hecho deberían entender lo que había sido perder a ojos grises en la misma magnitud que yo. Esperaba que de alguna forma compartir con ellos pudiese poner en marcha el proceso de sanación.

Porque necesitaba sanar, necesitaba dejar de mirarme al espejo y desear ser otra persona con otra vida y en otras circunstancias. Necesitaba volver a querer vivir, vivir de verdad. Dejar de simplemente ir con la marea como un peso muerto, o al menos intentarlo.

Por eso me había tomado una pausa indefinida en la universidad y estaba en mi confiable Jeep azul de camino a su pueblo natal.

No sabía mucho acerca del lugar en realidad, Callum no era muy partidario de hablar de su pasado y yo tampoco lo era de presionarlo. Siempre supe que algo muy grande tendría que haberle pasado para que se mostrase tan reacio ante la idea de tocar el tema. Y lo entendía, porque también tenía mis temas que no me gustaba tocar.

Rebasé un cartel bastante maltratado con las palabras Bienvenidos a Mehdium Falls, escritas en un tono rosa gastado que supuse fue rojo en algún momento.

Necesito que esto funcione, por favor, por favor.

Deseé en silencio y con todas mis fuerzas que cuando dejara ese pueblo ya mi pecho no doliera, ni sintiera que el agujero ahí me tragaría en cualquier momento.

Una vez dentro de la plaza central del poblado, miré dubitativa los establecimientos en los que podría pedir direcciones. Había una panadería, una taberna bastante concurrida para lo temprano que era y una tienda de antigüedades con aspecto igual de viejo que la mercancía de sus aparadores.

Tras pensarlo un poco me decanté por la última opción. Bajé del auto y emprendí una caminata tranquila hasta allí. Al abrir la puerta sonó una pequeña campana y un agradable olor a pino me cosquilleó en la nariz.

—Buen día —resonó desde algún lugar una voz amable.

—Buenos días —le devolví lentamente a la vez que miraba con curiosidad a mi alrededor.

Quien había hablado era una anciana de sonrisa fácil y rasgos indígenas. Multitud de arrugas adornaban su rostro, pero a pesar de ello se podía apreciar lo hermosa que fue en su juventud. Incluso en ese momento seguía siéndolo. Su cabello era completamente blanco y lacio. Me miró atentamente con sus ojos negros y rasgados como si de alguna forma supiese algo que yo no. Sentí mi piel erizarse ante la atención sin filtro que estaba recibiendo.

—¿Desea algo en particular? —preguntó agrandando su sonrisa y a consecuencia creando más zanjas en su piel.

—Oh, bueno —miré a mí alrededor con vergüenza, intentando encontrar algo que me gustara para no hacerle el desaire a la anciana. Estaba por rendirme cuando un objeto casi oculto entre un puñado de joyas viejas llamó mi atención—. Ese collar de ahí —musité a toda prisa.

Miró lo que le mostré y asintió aprobándolo.

—Te lo envolveré, muchacha —dijo mientras lo tomaba e iba a la caja registradora, posó sus ojos en mi cara reforzando aún más la expresión que me había dado antes. Fruncí el ceño, no era algo desagradable, pero si...raro—. ¿No eres de por aquí verdad? —preguntó con claro interés.

El corazón de la bestia (RV #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora