📆 Las Cartas No Cambian. One-Shots, Don't Hug Me I'm Scared 📆

#2;; Cuenta hasta cien.

Es increíble lo inocente y crédulo que puede ser un niño; que piensa cosas tan descabelladas e infantiles como, que las nubes son de azúcar, los autos de juguete o... Que los padres son héroes.

Padre soltero de un hijo, tomaba una copa, dos, tres. Qué importaba cuántas fueran, a él no.
Pero si no le importaba cuántas copas llevaba, ¿Por qué le importaría que dejo a su hijo sólo en la granja de trigo a casi media noche?

Pero, estaba tan inmerso en su bebida rojiza, que el tiempo paso rápido. Dijo que volvería antes de que el niño terminara de contar a cien. Bien, a este punto ya debería estar contando al menos hasta mil.
Oh, y ni siquiera había comprado nada de comer.

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Hambre

-Papá, tengo hambre...

Él pequeño Doi pedía a su padre algo de comer, pues ya habían pasado horas sin ingerir ni una galleta, pero no se había quejado esperando a que su progenitor hiciera algo, más justo ahora el hambre se le hacía insoportable.

El hombre de mal augurio miro a su hijo, levantó una ceja sin mucho interés, bajo el periódico que sostenía en las manos, de forma indiferente y monótona resoplo.
De mala gana se levantó del sofá y camino hacia la cocina con su hijo siguiéndole por detrás.
La casa completa era un asco, pero la cocina era la peor parte, platos sucios, cucarachas, moh y suciedad.
Bueno, incluso la rata del agujero descansaba libremente por ahí.

Sin duda un sitio inadecuado para un niño de menos de diez años, pero el "hombre del hogar" no se molestaba ni en abrir la ventana para que por lo menos se pudiera ventilar un poco y no siguieran acumulado hedores.

Roy se movió en dirección al refrigerador, al abrirlo busco algo, lo que sea, en verdad ni parecía importarle lo que fuera, solo que se viera mínimamente comestible para callar al niño otras cuatro horas.
Él pequeño seguía cada movimiento de su padre, este al final saco su cabeza del refrigerador con absolutamente nada en las manos, pues en efecto, la mugre era lo único que pudo encontrar.

Se rasco la cabeza semi calva, miro por un momento al niño, desalineado, sucio y polvoso, de tal palo tal astilla.
De nuevo se dio la vuelta buscando alguna cosa que darle. Al no haber nada, bastante molesto salió de la cocina.

-Espera aquí, buscaré algo de comer -le indico mientras se ponía su agujerado abrigo negro.

El pequeño infló sus mejillas a modo de puchero, tenía hambre pero definitivamente no quería quedarse solo en la casa.

-¿Puedo ir contigo? -se acercó a él agarrándose de su abrigo con ambas manos.

Roy trato de alejarse de su hijo como si le diera asco, chasqueo la lengua y camino hasta la puerta con aún mientras aún el infante aferrado.

-No. Espera aquí.

-¡No quiero quedarme aquí!

En cualquier otro caso esto sería visto como algo de niño mimado, pero justo ahora, la situación cambiaba, dejar a alguien solo en esa casa sucia, sin teléfono, señal, alejada de la civilización y sin una sola cerradura, realmente no era la mejor idea.

Padre e hijo vivían en una granja muy alejada de la zona rural, tenían que caminar al menos una hora para llegar al local más cercano. Podrían ir más rápido en auto, pero la camioneta de Roy estaba descompuesta, tampoco se dignaria a revisarla, era tedioso pero aún así, prefería caminar.
No habían vecinos cercanos, solo algunas personas que arreaban vacas, ovejas y caballos hasta el abrevadero, más allá de eso ni siquiera los gallos se paraban por ahí.
Aún mencionando todo esto, Roy no se llevaría a su hijo.
¿Pero entonces por que decimos que es una granja si no hay animales?
Había una mínima cosa que Roy hacía para que su hijo no muriera de hambre ahí (bueno, casi). Él trabajaba en la industria de comida, específica y especialmente en la área de cereales, minerales y leguminosas, sembrando trigo, maíz, frijoles y vallas, curiosamente era bueno conectando, así que lograba sacarle provecho, sin embargo el dinero que ganaba vendiendo, terminaba derrochando en cosas realmente innecesarias para su único fin, de entretenerlo, a ÉL.
Además de que siempre fue muy mal amigo de la bebida y los cigarros, a veces también apostaba, era el paquete completo de lo que significaba ser un mal padre.